La depresión puede ser descrita como un sentimiento de tristeza, melancolía, infelicidad o abatimiento. Pese a su mala fama, la mayoría de personas nos sentimos de esta manera en algunos momentos de nuestra vida durante periodos cortos de tiempo. Sin embargo, se convierte en un problema cuando se vuelve un estado constante, como en el caso de la distimia.
Se conoce como trastorno depresivo persistente, o distimia, a una forma de depresión crónica que afecta a las personas de forma continua y a largo plazo.
“La distimia se considera un trastorno depresivo mayor, persistente. La sintomatología puede presentarse desde la niñez, acentuarse en la adolescencia y persistir en la edad adulta. Esta condición crónica puede aparecer por dos meses, atenuarse, y volver a aparecer (con la misma o mayor intensidad) durante años”, explicó Tania Gómez, neuropsicóloga clínica.
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Los sentimientos que provoca este trastorno “duran años y pueden afectar en gran medida las relaciones y el desempeño de la persona afectada en la escuela, en el trabajo y en las actividades diarias”, agregó.
No es curable, pero sí tratable
Como cualquier otro padecimiento de salud mental, solamente un especialista de la salud puede diagnosticar distimia, subrayó Gómez.
Lo primero que hace un médico al sospechar sobre un caso de distimia es realizar una valoración clínica retrospectiva. En el caso de los niños es más complicado de diagnosticar, pero es posible hacer pruebas para valorar si existe un patrón que pueda sugerir la presencia de este padecimiento.
Este trastorno “no es curable porque está asociado a factores biológicos, genéticos. Sin embargo, es controlable”, afirmó la especialista.
Síntomas
De acuerdo con la experta, las principales señales de alerta ante un posible caso de trastorno depresivo persistente son:
1. Alteraciones en el apetito (ausencia de hambre o comer en exceso).
2. Baja autoestima, sentirse incapaz o inútil.
3. Cansancio y ausencia de energía.
4. Dificultades para concentrarse y tomar decisiones.
5. Disminución de la actividad, eficacia y productividad.
6. Evitar las actividades sociales (aislamiento).
7. Falta de esperanza.
8. Falta de interés en las actividades cotidianas.
9. Irritabilidad excesiva o enojo constante.
10. Problemas para dormir.
11. Sentimientos de culpa y preocupaciones por el pasado.
12. Tristeza constante y sensación de vacío.
Vía: The Huffington Post