Las rabietas (o berrinches) son una forma de llamar la atención y expresar disgusto entre los niños más pequeños que no pueden expresar sus necesidades o controlar sus emociones, así lo indica la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos.
Las rabietas tienden a empeorar entre los 2 y 3 años, y rara vez ocurren después de los 4 años. Estar cansado, hambriento o enfermo puede empeorarlas, señala la agencia.
Por ello aquí te dejamos las siguientes sugerencias para reducir la probabilidad de que se presente una rabieta:
- Usa un tono optimista cuando le pidas a tu hijo que haga algo. Esto ayuda a hacer que tu solicitud suene como una invitación, y no como una orden o un pedido.
- Elige tus batallas y no pelees por cosas que no son importantes. Haz de la seguridad una prioridad para crear reglas, como no tocar una estufa caliente, mantener el asiento del automóvil doblado y no jugar en la calle.
- Ofrece opciones para hacer que tu hijo se sienta más capacitado.
Los niños descubren el poder de las rabietas una vez que comprueban que esa actitud saca de sus casillas a los mayores, lo que significa que están probando su eficacia. Es decir, son un medio para conseguir un fin.
Asimismo, recuerda que es una etapa pasajera (no te angusties). Con el tiempo, las rabietas se irán mitigando y espaciando cada vez más.
Lo más sorprendente de las rabietas no es la frecuencia (en ocasiones, diaria) o lo pronto que aparecen (a veces, antes de que el niño comience a hablar), sino el ímpetu que los pequeños ponen en ellas. Como todavía no controlan sus emociones, ni tampoco conocen la inhibición, hacen berrinche a lo grande. Por ello, es bueno que aunque las rabietas no desaparezcan, al menos se reduzcan en intensidad.
Sigue estos consejos y verás como disminuyen, tanto en intensidad como en cantidad.