Si no puedes dejar de pellizcarte la piel, es posible que tengas una afección muy común llamada dermatilomanía (o pellizcarse de forma compulsiva la piel), así lo indica la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard (Estados Unidos).

Todos nos pellizcamos una costra o una protuberancia de vez en cuando, pero para aquellos con esta afección, puede ser casi imposible controlar tales impulsos. Además del impacto cosmético de las lesiones cutáneas recurrentes y las cicatrices, la dermatilomanía puede provocar infecciones graves, vergüenza, depresión y ansiedad.

Quizás te sientas mal o avergonzado, pero debes saber que este trastorno afecta a millones de personas. Un diagnóstico de dermatilomanía, también llamada trastorno por excoriación, se realiza cuando hay intentos repetidos de dejar de pellizcarse, y cuando el pellizco es angustiante o interfiere con el funcionamiento social o laboral. La dermatilomanía pertenece a un grupo de trastornos relacionados con el trastorno obsesivo compulsivo (TOC).

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Por ello y para abordar el problema, la escuela sugiere lo siguiente:

  1. Conoce tus desencadenantes. De esta forma podrás ayudarle al médico a decidir qué tratamiento es el mejor para ti.
  2. Para que sea más difícil pellizcarte, mantén las uñas cortas o usa guantes.
  3. Distrae tus manos con masilla o plastilina, así como con una pelota antiestrés o un juguete de giro didáctico.
  4. Considera asistir a terapia.

RECUERDA: No es una cuestión de voluntad; tratar de detenerse es el equivalente a decirle a alguien «deja de tener diabetes». La buena noticia es que la terapia, la medicación y los tratamientos dermatológicos pueden ayudar. No obstante, para la mayoría, ningún tratamiento es capaz de brindar una cura, por lo que experimentarás remisión y recurrencia.

Tener expectativas realistas y armarse con una variedad de habilidades para los episodios de pellizcado hará que esta condición sea mucho más manejable, de ahí la importancia de poner en práctica estos consejos.

Si tienes más dudas sobre este trastorno, acude con tu médico y con un profesional de la salud mental.

 

Vía: Harvard Medical School