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Decir malas palabras es un comportamiento común para los adolescentes, así lo indica la Academia Estadounidense de Pediatría. Los niños y adolescentes a menudo usan malas palabras para impresionar a los amigos y sorprender a los padres.

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Por ello y para ayudar a controlar las palabrotas de tu hijo, la academia sugiere lo siguiente:

  1. Si crees que es apropiado, establece una regla que establezca que «no se dirán palabrotas en la casa». Bajo ninguna circunstancia toleres las malas palabras dirigidas a alguien con enojo. Si esto ocurre, un niño puede ser enviado de inmediato a su habitación para un tiempo de castigo y reflexión.
  2. Maldecir con frustración es un comportamiento humano casi natural. Aunque quizás sea inapropiado, es común en algunas familias. Si eso es algo común en tu hogar, te resultará difícil enseñarle a tu hijo algo distinto, pero haz el esfuerzo poniendo el ejemplo evitando maldecir.
  3. Cuando tu hijo diga malas palabras, no reacciones exageradamente con tus propios estallidos de ira y maldición. Además, si eres de ese grupo de padres que suele lavar la boca de un niño con jabón para corregirlo DEJA DE HACERLO, pues es claramente inadecuado, extremo e ineficaz.
  4. En ocasiones, puedes sentir que tu hijo está usando malas palabras en un intento de provocar una respuesta tuya. En estos casos, ignorarla puede ser la estrategia más efectiva.
  5. Recompensa a tu hijo por expresar su frustración apropiadamente sin maldecir. Las cartas y el dinero son enfoques útiles. Por ejemplo, usa un frasco de monedas de 5 pesos que pueda ganar al final de dos semanas; por cada día que no maldiga durante este tiempo, se colocarán dos monedas de 5 pesos adicionales en el frasco; pero cada vez que digan palabrotas, se quitarán cinco pesos. Tu hijo se dará cuenta rápidamente.

Cuándo buscar ayuda adicional

Recuerda que decir malas palabras en sí no es un signo de alteración emocional. Sin embargo, si existen otros problemas (mentiras crónicas, robos crónicos o dificultades con los compañeros), las palabrotas podrían ser solo otro síntoma de un trastorno psicológico o social preexistente. Si este es el caso, habla con el pediatra de tu hijo sobre algún tipo de tratamiento, ya sea terapia individual o familiar.

 

Vía: Healthychildren.org