En un nuevo estudio publicado en la revista Current Biology, se brinda una perspectiva fresca de por qué las personas no pueden recordar sus primeros años de vida, es decir, su infancia.
«Un misterio fundamental sobre la naturaleza humana es que no recordamos casi nada desde el nacimiento hasta la primera infancia, sin embargo, aprendemos mucha información crítica durante ese tiempo: nuestro primer idioma, cómo caminar, los objetos y alimentos a nuestro alrededor, y los lazos sociales», señaló Nick Turk-Browne, profesor de psicología en la Universidad de Yale en New Haven, Connecticut, y autor del trabajo.
Para explorar las razones de esto, los investigadores utilizaron una nueva tecnología de resonancia magnética funcional para evaluar la actividad del hipocampo en 17 bebés, de entre 3 meses y 2 años, ya que se les mostraron dos conjuntos de imágenes en una pantalla.
El hipocampo es un área del cerebro que es crucial para codificar la memoria.
A los bebés se les mostró un conjunto de imágenes que apareció como una secuencia estructurada que contenía patrones ocultos que podían aprenderse. El otro conjunto de imágenes apareció en un orden aleatorio que no se pudo aprender.
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Después de ver los dos conjuntos varias veces, el hipocampo de los bebés respondió con más fuerza al conjunto de imágenes estructuradas que al aleatorio.
Los resultados sugieren que, a medida que los bebés adquieren experiencia en la vida, sus cerebros buscan patrones generales que los ayuden a comprender y predecir el entorno que los rodea, explicó Turk-Browne.
Esto ocurre a pesar de que el cerebro de un bebé todavía no puede almacenar recuerdos específicos de forma permanente, encontró la investigación.
Asimismo, podría deberse a que adquirir conocimientos generales, como los patrones de sonidos que componen las palabras en un idioma, puede ser más importante para un bebé que retener recuerdos específicos, sugirieron los autores.
El tamaño del hipocampo se duplica en los primeros dos años de vida y eventualmente desarrolla las conexiones necesarias para guardar recuerdos, apuntó Turk-Browne.
«Conforme van ocurriendo estos cambios de circuito, eventualmente obtenemos la capacidad de almacenar recuerdos. No obstante, nuestra investigación muestra que incluso si no podemos recordar las experiencias que tuvimos como bebés más adelante en la vida, se están registrando de una manera que nos permite aprender de ellas», concluyó el investigador.
Fuente: Health Day News