La diabetes insípida nefrogénica es un trastorno del equilibrio hídrico. El cuerpo suele equilibrar la ingesta de líquidos con la excreción de fluidos en la orina. Sin embargo, las personas con diabetes insípida nefrogénica producen demasiada orina (poliuria), lo que les provoca una sed excesiva (polidipsia). Las personas afectadas pueden deshidratarse rápidamente si no beben suficiente agua, especialmente cuando hace calor o cuando están enfermas.
Esta diabetes puede ser adquirida o hereditaria. La forma adquirida es provocada por ciertos medicamentos y enfermedades crónicas, y puede ocurrir en cualquier momento de la vida. La forma hereditaria es ocasionada por mutaciones genéticas, y sus signos y síntomas generalmente se manifiestan dentro de los primeros meses de vida.
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Los bebés con diabetes insípida nefrogénica hereditaria pueden comer mal y no aumentar de peso ni crecer al ritmo esperado (retraso en el crecimiento). También pueden estar irritables y experimentar fiebre, diarrea y vómitos. Los episodios recurrentes de deshidratación pueden provocar un crecimiento lento y un retraso en el desarrollo. Si la afección no se controla adecuadamente con el paso del tiempo, la persona puede sufrir daño en la vejiga y los riñones, lo que le provocará dolor, infecciones e insuficiencia renal. Con el tratamiento adecuado, las personas afectadas suelen tener pocas complicaciones y una esperanza de vida normal.
La diabetes insípida nefrogénica no debe confundirse con la diabetes mellitus, que es mucho más común. La diabetes mellitus se caracteriza por la presencia de niveles elevados de azúcar en sangre, que surgen debido a la escasez de la hormona insulina o de la insensibilidad a la misma. Aunque la diabetes insípida nefrogénica y la diabetes mellitus tienen algunas características en común, son trastornos separados con causas diferentes.