La infección por el virus de la hepatitis C (VHC) provoca inflamación del hígado. Con el tiempo, este daño puede provocar cicatrices permanentes, conocidas como cirrosis.
La cirrosis interfiere con el flujo sanguíneo y evita que el hígado funcione de forma eficaz. Se estima que entre el 15 y el 30% de las personas con hepatitis C crónica desarrollan cirrosis en un plazo de 20 años.
La cirrosis no tratada o controlada puede provocar:
- Aumento de la presión en las venas que suministran sangre al hígado (hipertensión portal).
- Acumulación de líquido en el abdomen (ascitis), que puede provocar una infección grave llamada peritonitis bacteriana.
- Acumulación de líquido en las piernas (edema).
- Agrandamiento del bazo (esplenomegalia).
- Venas agrandadas (várices) en el esófago o el estómago, que pueden provocar un sangrado
potencialmente mortal (hemorragia varicosa).
Conoce más: 5 factores del estilo de vida que aumentan el riesgo de hepatitis C
La enfermedad hepática avanzada también puede provocar:
- Enfermedad ósea
- Enfermedad de las encías (periodontitis)
- Cáncer de hígado
- Desnutrición
- Acumulación de toxinas en el cerebro (encefalopatía hepática)
La hepatitis C crónica tarda mucho tiempo en provocar insuficiencia hepática. La insuficiencia hepática o enfermedad hepática terminal se produce lentamente durante meses, a menudo años. Cuando el hígado deja de funcionar correctamente, la persona necesitará un trasplante.
Fuente: Healthline