¿Cómo ayuda la psicología a la comprensión del autismo?
Tratar de entender el problema del autismo puede ser algo complejo. En este caso, la psicología constituye una herramienta de gran utilidad para comprender la mente humana y algunas de las conductas de las personas con autismo.
Todas las personas tenemos una explicación natural o una forma de teoría sobre cómo funciona nuestra mente y la mente de los demás. Desde pequeños intuimos o inferimos que las demás personas tienen pensamientos, sentimientos y estados mentales similares a los nuestros. Al relacionarnos con la gente de manera cotidiana, hacemos una hipótesis sobre lo que piensan y sienten los demás, lo que nos permite relacionarnos con nuestros semejantes, ya que somos capaces de determinar con cierta probabilidad cuál será la respuesta de otra persona frente a determinado estímulo. En el fondo, lo que hacemos es tratar de ver las cosas desde una perspectiva semejante a la de la situación en la que se encuentra el otro, lo que permite entender con bastante aproximación qué es lo que lo motiva a actuar de cierta manera. Es por ello que una de las mejores maneras de entender a un niño con autismo es tratar de ver las cosas desde su punto de vista, así como percibir y sentir el mundo como él/ella lo hace. Pero esto requiere precisamente entender su mundo.
Como padres de un niño/a con autismo, una de las inquietudes más grandes que se tienen remite a la pregunta: ¿Por qué o de qué manera es diferente mi hijo/a de otros niños? Contestar en qué consiste esa diferencia puede ser una buena manera de empezar a comprender el autismo. La teoría de la mente ofrece una buena explicación de este trastorno, así como una forma de entendimiento para establecer una relación comprensiva que nos aproxime al niño.
Desarrollo psicológico y teoría de la mente
El desarrollo psicológico del ser humano ha sido ya descrito en múltiples libros. Gracias a ello, actualmente los padres de familia pueden saber qué esperar de sus hijos/as, es decir, qué habilidades irán desarrollando y a qué edad deberán adquirirlas y manifestarlas. Esta línea de conocimiento se inscribe dentro de los que se conoce como psicología evolutiva, y permite saber a qué edad el/la bebé:
- presenta la sonrisa social;
- presenta la angustia de la separación;
- comienza a decir sus primeras palabras;
- cuándo empieza a imitar;
- cuándo es capaz de compartir y jugar con otros niños.
Además de estas respuestas, la psicología se adentra en campos del conocimiento más especializados y complejos para entender y explicar de la conducta humana.
Algunas de las preguntas relacionadas con dichos aspectos son:
¿A qué edad es posible que un niño/a comprenda que las demás personas tienen estados mentales igual que él/ella?
¿A qué edad puede comprender que los seres humanos tienen una mente que dirige sus acciones y organiza su conducta?
En particular, esta última pregunta plantea un gran reto, ya que implica la realización de estudios y el desarrollo de teorías que den una respuesta satisfactoria a la pregunta. En este sentido, una teoría que ha sido desarrollada para comprender el surgimiento gradual de la conciencia en el niño normal, y que sirve por lo tanto para explicar algunas de las diferencias existentes entre éste y el niño con autismo, es la teoría de la mente (TEM).
¿En qué consiste la teoría de la mente?
De manera muy resumida, la teoría de la mente se basa en los siguientes postulados:
En el desarrollo normal de los niños tiene lugar entre los 2 y los 3 años de edad un proceso gradual en el que se puede observar el surgimiento de un mecanismo innato que le permite al niño/a darse cuenta de que las personas tienen estados mentales:
1. Las personas tienen intenciones.
– Si una madre se acerca a su bebé con los brazos abiertos, el bebé intuye que lo van a cargar.
– Si una persona le sonríe, esto es interpretado como signo de amabilidad o de buena intención.
2. Las personas piensan, sienten, desean, imaginan, sueñan igual que él/ella. Estos estados mentales son los que motivan y regulan la conducta.
El niño/a de 3 años empieza a reconocer los diversos sentimientos de los demás. Se da cuenta que las personas tienen intenciones. Poco a poco entiende que otras personas piensan diferente a él y tienen su punto de vista, hasta que llega a discernir la perspectiva del otro como distinta de la suya. Se puede decir que el niño/a de tres años empieza a ser consciente de que las personas tienen un mundo interior.
Como parte del desarrollo de la conciencia, el niño/a es capaz de percatarse de sus propios estados físicos y mentales, así como de identificarlos en otras personas. Se percata de estados mentales en los que se percibe a sí mismo como poseedor de hambre, sueño, deseos, creencias, sentimientos e intenciones, y atribuye a las demás personas los mismos estados. Es decir, el niño de 3 años empieza a construir una teoría de cómo funciona la mente de las personas en función de su propia mente.
En 1978, los psicólogos D. Premack y G. Woodruff definieron la teoría de la mente como la capacidad de atribuir estados mentales a otros. Creer, desear, pensar y sentir son mecanismos innatos que se van desarrollando, y es a partir del tercer al cuarto año de vida que se consolidan para crear inferencias de los contenidos mentales de otras personas. En esta teoría se plantea que tenemos un sistema representacional de la realidad y un sistema meta representacional de los estados mentales, es decir, una concepción del mundo físico y una concepción de la vida mental.
Por lo tanto, a esta edad un niño ya puede guiar su conducta prediciendo la forma en que su comportamiento afectará los sentimientos y los pensamientos ajenos. Esta capacidad da paso a la socialización, misma que se inserta en lo que se conoce como teoría de la mente avanzada.
Los postulados y la aplicación de la teoría de la mente plantean que los niños se van dando cuenta gradualmente de que:
- Los pensamientos son diferentes de las cosas.
- Las creencias son diferentes de los hechos.
- Los deseos son diferentes de los actos.
- La fantasía es distinta de la realidad.
- La mente es individual y privada.
- Razonar acerca de la mente es distinto que razonar acerca de hechos físicos.
Uno de los principales aspectos de la teoría de la mente es la capacidad que desarrollan los niños para formular creencias. En este caso, creencia se define como una proposición mental respecto de la realidad, o como los estados mentales de otras personas. Para Wellman existen diversos niveles de creencia que se van adquiriendo en el desarrollo de los niños:
- Creencia básica. Es una inferencia o proposición acerca de la realidad o respecto de lo mental. Por ejemplo: Juanito está buscando su gato; él piensa que puede estar en el jardín.
- Creencia ajena. Es identificar e interpretar que otra persona puede tener una creencia diferente a la nuestra. Por ejemplo: Juanito está buscando su gato, y sabe que María piensa que está en la cocina.
- Creencia negativa. Es identificar e interpretar que otra persona puede tener una creencia opuesta a la nuestra. Por ejemplo: Juanito está buscando su gato; él piensa que está en el jardín, pero sabe que Pedro piensa que está en la sala.
- Creencia modificada. Es hacer una inferencia o interpretación por la influencia de información ajena. Por ejemplo: Juanito está buscando su gato y su mamá le dice que lo vio en la cocina, por lo que Juanito busca el gato en la cocina.
- Falsa creencia. Es atribuir una falsa proposición a otra persona, mientras que nosotros pensamos que la realidad es otra. Por ejemplo: Juanito sabe que su pelota está en el jardín, pero lo que no sabe es que se la escondimos en la bodega; por lo tanto, Juanito cree falsamente y va a buscar la pelota en el jardín.
Saber cómo es la mente de los demás es una ventaja evolutiva, nos permite anticipar, predecir e inferir la conducta, los sentimientos y las reacciones de las personas. Eso permite que nos comportemos no sólo en función de nuestros deseos, sino tomando en cuenta cómo debemos hacerlo en función de lo que los que nos rodean quieren y necesitan. Adquirimos pautas sociales para interactuar civilizadamente gracias a esta lectura que hacemos de las mentes de otros; actuamos de acuerdo con lo que esperan de nosotros. La vida social se establece a partir de una comprensión compartida, presente en la mente de los seres humanos, que funciona como acuerdos tácitos o guiones de lo que tenemos que hacer para conseguir la aceptación de los integrantes de una comunidad. Tener y aplicar correctamente una teoría de la mente nos permite socializar.
¿Tiene el niño/a con autismo una teoría de la mente?
En comparación con los niños característicos, la mayoría de los niños con autismo parecen tener una gran dificultad en aprender a interactuar diariamente con los demás. En los primeros meses de su vida, muchos no interactúan y evitan el contacto visual. Parecen ser indiferentes a la gente y, con frecuencia, prefieren estar solos. Se resisten a la atención que se les brinda o aceptan los abrazos y cariños, pero de manera pasiva. Más adelante, rara vez buscan reconfortarse con la retroalimentación de los demás; tampoco responden a las actitudes de enojo o afecto de los padres en una forma característica. La investigación ha sugerido que aunque los niños con autismo estén cercanos a sus padres, su expresión de esta unión es a menudo inusual y difícil de “leer”. A los padres puede parecerles que su hijo/a no está unido/a con ellos para nada. Los padres que esperaban la alegría del cariño, la enseñanza y el juego con su hijo/a pueden sentirse desanimados por esta ausencia de un comportamiento de unión esperado y característico.
Los niños con autismo también presentan una lentitud para aprender a interpretar lo que otros están pensando o sintiendo. Las claves sociales sutiles, ya sea una sonrisa, un guiño o un gesto, pueden tener poco significado para ellos. Sin la habilidad de interpretar gestos y expresiones faciales, el mundo social puede parecer desconcertante. Para agravar el problema, las personas con autismo tienen dificultad en ver cosas desde la perspectiva de otra persona. La mayoría de los niños regulares de 5 años entienden que los demás tienen información, sentimientos y metas distintas de las de ellos. Una persona con autismo puede carecer de tal entendimiento. Esta inhabilidad los deja en un estado de incapacidad para predecir o entender las acciones de otras personas.
En 1983, J. Perner y H. Wimmer realizaron la siguiente pregunta: ¿Tiene el niño/a con autismo una teoría de la mente? Para comprobarlo diseñaron un experimento a fin de poder identificar si el niño/a con autismo podía diferenciar sus estados mentales de los de otras personas. El experimento consistía en presentarle al niño/a dos muñequitas, Sally y Ana.
En este experimento se planteó la pregunta de si el niño/a con autismo puede diferenciar su perspectiva mental de la de Sally. Es decir, el niño/a con autismo que observa lo que hacen Sally y Ana en el experimento sabe que la canica pasó de la cesta a la caja, pero al preguntarle dónde buscará Sally la canica, debería contestar que en la cesta, pues debería de entender que él/ella sabe dónde está la canica realmente, pero Sally no. En contraste, él/ella contesta a partir de lo que él/ella sabe, es decir, la canica está ahora en la caja, y no a partir de lo que Sally sabe.
De acuerdo con Wellman, este es un experimento basado en la falsa creencia, lo que implica el supuesto de que el niño/a razone que en su pensamiento hay dos versiones de lo que ocurre, una creencia verdadera de que la canica está en efecto en la caja, y una falsa creencia, es decir, Sally cree falsamente que la canica aun permanece en la cesta.
En este experimento se compararon las respuestas de niños con autismo de alto rendimiento intelectual con la de niños normales de 4 años de edad cronológica y la de niños con síndrome de Down de 6 años de edad mental. El resultado fue que mientras los niños normales y con síndrome de Down resolvieron fácilmente el experimento, sólo el 20% de los niños con autismo lo resolvieron, si bien no supieron explicar por qué Sally tendría que buscar la canica en la cesta, lo que significa que no comprendían la diferencia de perspectivas.
En 1985, S. Baron-Cohen, U. Frith y A. Leslie replicaron el experimento y obtuvieron los mismos resultados que J. Perner y H. Wimmer: sólo el 20% de los niños con autismo de alto rendimiento intelectual resolvieron el experimento, pero sin poder explicar o razonar al respecto, lo que llevó a la conclusión de que no pueden desarrollar una teoría de la mente avanzada.
De estos estudios se desprendieron varias conclusiones. En 1989, U. Frith afirmó que la falla en atribuir estados mentales explica los síntomas clásicos del autismo. Asimismo, S. Baron-Cohen postula que la falla social de las personas con autismo obedece al déficit para atribuir estados mentales a otros.
En 1995, S. Baron-Cohen escribe su libro «Ceguera mental», en el que explica que todos tenemos una capacidad de imaginar o representar los estados mentales de otros, es decir, podemos realizar una lectura mental de los estados internos de otras personas. Para Baron-Cohen, la capacidad para hacer una lectura mental se relaciona con el desarrollo de cuatro mecanismos:
1. Detector intencional (D.I.). Dispositivo perceptual que interpreta el movimiento de otros organismos en términos de estados mentales primitivos de determinación y deseo-meta. En éste se atribuye intención motora, conducta de acercamiento o de evitación.
2. Detector de la dirección de la mirada (D.D.M.). El organismo infiere que los ojos se dirigen a un objetivo; se atribuye un estado epistémico de conocimiento al otro organismo.
3. Mecanismo de atención compartida. Construye una representación de una realidad compartida. El niño/a infiere estados mentales a partir de la relación que establece con la mirada del otro, y compara el estado perceptual del agente externo y el suyo propio.
4. Teoría de la mente. Es un sistema para inferir estados mentales gracias a que se integra la intención, la percepción y el conocimiento del otro de manera compartida. Por consiguiente, ello nos permite predecir los estados afectivos y la conducta social del otro.
De acuerdo con este fundamento, el Dr. S. Baron-Cohen estableció que las personas con autismo tienen dificultad para entender el estado mental de las otras personas, pensar qué sabe el otro, tener una creencia sobre qué piensa el otro, y pensar y sentir qué siente la otra persona. Este déficit en la comprensión de los estados mentales se encuentra en el origen psicológico de la conducta de las personas con autismo.
Por lo tanto, se puede concluir que las personas con autismo tienen un déficit para mentalizar lo que las otras personas piensan y sienten; no desarrollan la habilidad para inferir los estados mentales de la gente, no son conscientes de lo que los demás desean, creen y sienten, y esto las limita en el deseo de compartir los mismos intereses y los mismos valores sociales que nos llevan a relacionarnos e interactuar unos con otros.
Lo cierto es que continuamente hacemos interpretaciones de lo que la gente espera de nosotros; nos preguntamos qué sentirán si hacemos una u otra cosa, y tratamos la respuesta de alguien ante un insulto o un elogio. Cada día hacemos uso de la teoría de la mente para relacionarnos e interactuar de la manera correcta. Cuando fallamos en predecir o anticipar lo que pasa por la mente de los demás y cuál puede ser su respuesta frente a determinada situación, entonces incurrimos en problemas de socialización. Este es el déficit central que explica las dificultades de las personas con autismo.
La teoría de la mente en el niño/a dentro del espectro autista:
- El niño en el espectro autista seguramente tiene sentimientos y piensa de alguna manera, pero generalmente su mente no se ocupa de atender y captar los sentimientos de los personas. Es por ello que las personas con autismo se describen como carentes de relaciones recíprocas o empáticas.
- Puede decirse que el niño/a con autismo no es consciente de los estados mentales de las personas, es decir; de sus deseos, creencias, pensamientos y sentimientos.
- Las personas con autismo se desarrollan sin esta habilidad básica para leer las intenciones de los demás.
- Algunas personas dentro del espectro autista desarrollan parcialmente una teoría de la mente, pero por lo general no la aplican, y ésta suele ser más lenta y fría que en las personas comunes. Al socializar, esto se traduce en una falta de sentido común y en una ingenuidad para entender a las personas.
- Es posible que un adulto en el espectro autista desarrolle cierto grado de teoría de la mente, pero no le será fácil descifrar la mente y los comportamientos de los seres humanos. La toma de perspectiva es un fenómeno compartido: la capacidad de un maestro de incorporar la perspectiva del estudiante es crucial para su éxito.
- Los niños con autismo tienen una dificultad significativa para entender la perspectiva de otras personas, por lo que no establecen una relación de empatía con los sentimientos de los demás.
- Los déficits de teoría de la mente en el espectro autista interfieren con la capacidad de analizar las situaciones sociales.
- En general, las personas con TEA tienen dificultad para entender y explicar la conducta y los sentimientos de la gente a su alrededor.
IMPORTANTE
Es necesario intervenir tempranamente en los niños/as con autismo para estimular la teoría de la mente y lograr que desarrollen esta habilidad que nos define en nuestra naturaleza como entes sociales en busca de mentes sociales.
Ausencia de una teoría de la mente en las personas con autismo
La siguiente sucesión de cuadros es ilustrativa del razonamiento de un niño sin autismo (que desarrolla una teoría de la mente) en contraste con el de un niño con autismo (que no desarrolla una teoría de la mente), en el caso de una pelota que se esconde en un lugar diferente del que se había colocado inicialmente.
RESUMEN
La teoría de la mente en el niño con un desarrollo normal:
- A los 3 años, el niño con un desarrollo normal se da cuenta de los sentimientos de las demás personas.
- A los 4 años, el niño normal puede explicar brevemente por qué una persona está triste, enojada, contenta o tiene miedo.
- A los 5 años de edad, un niño ha desarrollado la conciencia de que las demás personas piensan y sienten, y que tienen intenciones, deseos y creencias. A esta edad, el niño normal interpreta los gestos, los ademanes, las actitudes y el tono de voz de las personas para predecir qué conducta es la más apropiada para una situación social dada. Puede decirse que el niño tiene una teoría en su mente sobre cómo funcionan las personas al relacionarse. A esta edad, el niño con un desarrollo normal es capaz de predecir la conducta y los sentimientos de las personas en varias situaciones, por lo que se adapta y efectúa los ajustes necesarios en sus emociones y su comportamiento a fin de encajar en las expectativas de los demás.