Los azotes -mejor conocidos como nalgadas en México- son, lamentablemente, una imagen recurrente cuando se piensa en una forma de aleccionar a los niños cuando se portan mal o hacen alguna travesura.
Si bien durante los últimos años se han experimentado cambios en cuanto a la forma en que se educa a los hijos, con una tendencia a la baja de los castigos físicos, no son pocas las personas que siguen pensando que de vez en cuando una buena nalgada puede ser la mejor solución. Lo cual es un error, señalan expertos.
Recibir azotes durante la infancia puede aumentar el riesgo de sufrir problemas de salud mental en la adultez, encontró un reciente estudio estadounidense.
De acuerdo con la investigación, que apareció publicada en la revista especializada Child Abuse & Neglect, los adultos que recibieron azotes de parte de sus padres cuando fueron niños, se enfrentan a un riesgo más alto de padecer ciertos problemas de salud mental, incluyendo intentos de suicidio y abuso de sustancias adictivas (alcohol y drogas).
“Durante años, numerosos estudios han vinculado los azotes con efectos negativos en la salud mental de los niños, y también en la de los adultos”, apuntó Andrew Grogan-Kaylor investigador que participó en el estudio y profesor asociado de trabajo social en la Universidad de Michigan, en Estados Unidos.
Por este tipo de razones, desde hace ya un tiempo la Academia Americana de Pediatría (AAP, por sus siglas en inglés) desaconseja los azotes como una forma de disciplinar a los pequeños. “Los azotes repetidos pueden enseñar a los niños que la agresividad es una solución a los conflictos, y podría empeorar cualquier problema conductual”, señala.
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En lugar del castigo físico, la AAP recomienda a los padres de familia usar tipos de disciplina como limitar el tiempo que los pequeños juegan fuera, o retirar un privilegio durante un periodo corto de tiempo.
“Muchos adultos piensan ‘a mí me azotaron cuando era niño, y estoy bien’. Pero desde el punto de vista médico y de desarrollo social, los azotes no son buenos”, enfatizó el doctor Benjamin Siegel, miembro del Comité de los Aspectos Psicosociales de la Salud Infantil y Familiar de la AAP.
La investigación señala que un 55% de los adultos que participaron en el estudio aseguraron haber recibido azotes al menos unas cuantas veces al año durante su niñez. De ellos:
-37% presentaron más probabilidades de haber intentado suicidarse, frente a los adultos que nunca recibieron azotes en la niñez.
-33% tuvieron más probabilidades de haber abusado de las drogas.
-23% tuvieron más probabilidades de beber alcohol en cantidades grandes.
Vía: MedlinePlus