El malestar que se siente en el pecho cuando una parte del músculo del corazón no recibe suficiente sangre oxigenada se denomina angina de pecho. Es importante saber que no es una enfermedad, sino un síntoma de otro problema, por lo regular, de la enfermedad coronaria; y aunque se percibe normalmente como una presión en el pecho, el dolor también puede presentarse en hombros, brazos, cuello, mandíbula o espalda.
En todo caso, considera que no todo dolor es un signo de enfermedad coronaria, pero para saberlo es indispensable que vayas con el médico para que te evalúe e indique cuál es exactamente tu problema, qué está causándote el dolor en el pecho, si estás teniendo un ataque cardíaco o si estás a punto de tenerlo. Con base en algunos exámenes y preguntas, él te dará el tratamiento más apropiado para tu condición.
Existen diferentes tipos de angina y cada uno requiere un cuidado distinto.
La angina estable, que es la más común, sucede cuando el corazón se esfuerza más de lo normal, además, tiene un patrón uniforme, por lo que puedes aprender dicho patrón para saber cuándo ocurrirá el dolor. En términos generales, el malestar que provoca desaparece poco después de tomar la medicina o descansar.
En cambio, la angina inestable no tiene un patrón determinado, por ello se puede presentar tanto después de haber realizado un intenso esfuerzo físico o sin haberlo realizado. Es posible que no se alivie con el reposo o los medicamentos. Es un indicador de que pronto podría ocurrir un ataque cardíaco, por lo que requiere tratamiento de urgencia.
La angina variante, que es causada por un espasmo de una arteria coronaria, es poco frecuente, provoca un dolor intenso y regularmente se presenta cuando se está en reposo.
Por su parte, la angina microvascular tiende a ser más grave y a durar más tiempo que los otros tipos. Además, existen posibilidades de que no se alivie con medicinas.
Al igual que la enfermedad coronaria, algunas de las causas que inciden en la aparición de la angina son la hipertensión, el tabaquismo, niveles altos de colesterol en la sangre y las altas concentraciones de ciertas grasas.
No obstante, son numerosos los factores que pueden precipitar el dolor de angina y dependen también del tipo que se tenga. Un gran esfuerzo físico, el estrés, la exposición a temperaturas demasiado altas o bajas, las comidas pesadas o un coágulo son algunos de estos factores.
Si se padece de angina, o se intenta prevenirla, es importante mantenerse con un peso adecuado, hacer ejercicio y alimentarse de una manera saludable. De igual forma, es necesario dejar de fumar y aprender a controlar los sentimientos de angustia y estrés.
Vía: National Heart, Lung and Blood Institute de los Estados Unidos