El sol hace posible la fotosíntesis de las plantas y favorece la fijación del calcio en nuestros huesos. En definitiva, no podríamos vivir sin él. Aunque sus beneficios son muy grandes, es importante tener presente que al ser una gran fuente de energía, emite tanto radiaciones buenas como malas.
Por una parte están las ondas que son percibidas por nosotros, como la luz visible. Por otra, están las que no podemos ver, llamadas infrarrojas —responsables de la sensación de calor—.
En el otro extremo están las ondas ultravioletas. Estos rayos están en su frecuencia más allá del color violeta y son los más peligrosos. De estos últimos, los UVA son los responsables de las quemaduras en la piel, pero también de la fijación del calcio en nuestros huesos.
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Aunque muchas personas no se protegen en busca de un buen bronceado, los rayos UVA producen cáncer y envejecimiento prematuro. Recordemos que el bronceado es una reacción de defensa; en cuanto la piel se siente en peligro, los melanocitos se ponen en acción. Lamentablemente, estas células son capaces de fabricar melanina suficiente para protegernos después de 48 horas.
Otro riesgo latente es el eritema. El primer síntoma es el enrojecimiento de la piel, de hecho, podría considerarse una suave quemadura de primer grado. El eritema tiene como consecuencia la inflamación de la epidermis, un envejecimiento intenso causado por la oxidación de los tejidos, y, si la quemadura se repite en poco tiempo, un daño indeleble en las cadenas de ADN que nos puede conducir a cáncer de piel.
Así que ya lo sabes, exponerte al sol tiene efectos positivos y negativos. De ti depende que tu cuerpo absorba los buenos o los malos. Utiliza protector solar todos los días; si sufres alguna quemadura, visita a un médico.
Vía: 20 minutos.es