Cuando alguno de los órganos no cumple sus funciones –por una enfermedad o una lesión, por ejemplo– existe la posibilidad de necesitar un trasplante. Esto significa que un grupo médico especializado procura un órgano sano de otra persona donadora y lo trasplanta en el cuerpo de la persona que requiere el órgano, receptor.
Algunos de los órganos que pueden trasplantarse incluyen el corazón, riñón, córneas, hígado o pulmón, por mencionar algunos.
No obstante, la cirugía sólo es una parte de un proceso complejo y prolongado.
Luego de someterse a diferentes exámenes médicos, se realiza una evaluación para determinar si se satisface los criterios para un trasplante y, si se determina que se es un buen candidato, se anota al paciente en una lista.
Por lo regular, quien requiere un trasplante debe esperar el órgano durante un largo tiempo, pues se necesita, en primera instancia, que el donante sea compatible, esto con el fin de reducir el riesgo de rechazar el órgano. Y segundo y muy importante, la lista de espera es larga debido a la poca cultura de donación de nuestro país. Se necesitan cada vez más personas que conozcan las políticas de donación y así de manera altruista donar sus órganos, cuando estos pueden salvar la vida de más mexicanos.
Según el Centro Nacional de Trasplantes, el órgano que más se requiere para trasplante es el riñón, seguido de la córnea, en tanto, el número de pacientes que requieren trasplantes de hígado, corazón y pulmón es menor. En el caso del riñón y la córnea, el tiempo promedio de espera es de 24 a 30 meses y en el caso de otros órganos, como el hígado y el corazón, los tiempos de espera pueden ser mucho más largos.
Aunque el tipo de donante depende del trasplante específico, en algunos casos, una persona puede donar algún órgano sin que afecte su salud. A esto se le llama donación en vida. En este sentido, se puede ser un donante vivo emparentado, es decir, un familiar, o un donante vivo sin parentesco, como un amigo o el cónyuge.
Asimismo, puede tratarse de un donante fallecido, quien es alguien que ha muerto recientemente y cuyos órganos se pueden recuperar.
La mayoría de las personas fallecen debido a un paro cardiorespiratorio (independientemente de la enfermedad que cause el cese de funciones del corazón) y en estos casos sólo se pueden donar tejidos, como las córneas; en tanto, las personas que fallecen por muerte encefálica pueden donar sus órganos y tejidos.
En todo caso, no todas las personas que fallecen pueden ser donadores de órganos, pues se requiere de una evaluación médica de las condiciones del cuerpo y de cada órgano en específico.
Vía: Centro Nacional de Trasplantes, MedlinePlus