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Diversos estudios han demostrado que el ejercicio aeróbico, como correr, andar en bicicleta y nadar, en realidad disminuye el apetito al cambiar los niveles de hormonas que impulsan nuestro estado de hambre.

Sin embargo, los mecanismos biológicos detrás de esto y que se ponen en marcha, los cuales le dicen a nuestro cuerpo que secrete menos hormonas impulsoras del hambre, siguen siendo un misterio.

Pese a ello, recientemente, un investigador estadounidense decidió tomar medidas para comprender lo que ocurre en el cuerpo después de un entrenamiento decente, guiado por su necesidad de saber por qué sus carreras regulares de 45 minutos siempre lo dejaban con ganas de ingerir menos comida de lo habitual.

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De esta forma, teorizó que el hecho de que el calor corporal aumenta durante el ejercicio podría desempeñar un papel en las señales que le dicen al cerebro que es necesario reducir el apetito. Partiendo de esto, pensó que el proceso podría ser similar a lo que sucede en el cuerpo cuando comemos alimentos muy picantes, que implica que nuestra temperatura corporal parece aumentar mientras que nuestro apetito disminuye.

Con base en lo anterior, el investigador comprobó que la temperatura corporal puede actuar como una señal biológica que regula el comportamiento alimentario, tal como lo hacen las hormonas y los nutrientes, y resaltó que este conocimiento puede eventualmente conducir al desarrollo de mejores estrategias para perder peso.

 

Fuente: Medical News Today