El alcohol puede tener un efecto tóxico sobre el sistema nervioso central (SNC). Asimismo, como es un depresor de dicho sistema, puede ocasionar dificultades con la capacidad de pensamiento y la coordinación. Esto puede incrementar el riesgo de una lesión cerebral traumática por una caída o un accidente. En el año 2019, las muertes por conducir bajo los efectos del alcohol representaron unas 10,142 muertes, según datos del Instituto Nacional sobre el Abuso de Alcohol y Alcoholismo de Estados Unidos.
El consumo excesivo regular de alcohol durante muchos años también puede propiciar el desarrollo de daño cerebral relacionado con el alcohol (DCRA). Esto puede derivar en una condición neurodegenerativa llamada síndrome de Wernicke-Korsakoff, que puede causar problemas de visión, dificultad para caminar, confusión, pérdida severa de memoria y dificultad con las tareas diarias.
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Por otra parte, beber alcohol de manera disfuncional también puede provocar desnutrición y deficiencias vitamínicas.
Las deficiencias nutricionales son comunes con el consumo excesivo de alcohol. Aunque esto puede deberse en parte a malas elecciones de alimentos, es probable que el metabolismo ineficiente de los nutrientes esté desempeñando un papel. El consumo excesivo de alcohol ocasiona daño e inflamación en el revestimiento del estómago y el tracto digestivo, lo que puede reducir la capacidad del cuerpo para absorber vitaminas. Sumado a ello, como el exceso de alcohol puede causar hemorragia interna, esto puede dar lugar al desarrollo de anemia por deficiencia de hierro.
Fuente: Medical News Today