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Algunas personas disfrutan de tomar un poco de vino o champán cuando viajan a un nuevo destino en avión, tal vez como una forma de brindar por el comienzo de una aventura. Pero beber champán o cualquier otra bebida alcohólica en un avión puede suponer riesgos que van desde caídas hasta ataques cardíacos. Esto es particularmente cierto si tienes la intención de dormir durante el vuelo, dígase un vuelo nocturno de larga distancia. Por lo tanto, puede que sea el momento de reflexionar sobre tu pedido de bebidas.

Antes incluso de tomar un sorbo de alcohol, tu cuerpo experimenta los efectos fisiológicos de estar a una gran altura sobre el nivel del mar: hay menos presión atmosférica para forzar el oxígeno hacia los glóbulos rojos para que se distribuya por todo el cuerpo, y el oxígeno en sangre cae de los niveles normales del 96%-100% a aproximadamente el 90%, o incluso por debajo del 90%.

Tu cuerpo tiene una forma de compensar eso. Respira más rápido para absorber más oxígeno. Tu frecuencia cardíaca aumenta para mover la sangre por tu sistema más rápido. Sin embargo, la reducción de los niveles de oxígeno en sangre y el aumento de la frecuencia cardíaca pueden ser peligrosos para las personas con problemas cardíacos.

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Las pequeñas caídas de oxígeno en sangre pueden volverse más pronunciadas en un avión cuando se suman otros factores a la mezcla, y beber alcohol es uno de ellos.

Cuantos más factores contribuyan a la falta de oxígeno en sangre, más difícil será para el cuerpo compensarlo, especialmente en un avión.

De acuerdo con un estudio publicado en 2024, en comparación con dormir en un ambiente con una presión de aire normal, dormir en la presión de la cabina del avión hizo que los niveles de oxígeno en sangre fueran más bajos y la frecuencia cardíaca más elevada. Combinar el beber alcohol y dormir en la presión de la cabina de un avión hizo que los niveles de oxígeno fueran todavía más bajos y la frecuencia cardíaca aún más elevada.

Asimismo, beber alcohol en un avión plantea riesgos adicionales para la salud. Por ejemplo:

  • Aumenta el riesgo de caídas.
  • Provoca deshidratación, lo que aumenta la tensión en el sistema cardiovascular.
  • Perjudica el juicio y la capacidad de concentración (algo que no te gustará cuando llegue el momento de bajarse del avión).
  • Puede ayudarte a conciliar el sueño, pero reduce el tiempo que pasas en un sueño profundo de buena calidad.

 

Fuente: Harvard Medical School