Los adolescentes y adultos jóvenes con autismo muestran marcadas diferencias en la materia blanca de sus cerebros en comparación con aquellos sin el trastorno, así lo reveló un nuevo estudio preliminar presentado durante la reunión anual de la Sociedad Radiológica de América del Norte.

«Si piensas en la materia gris del cerebro como la computadora, la materia blanca serían los cables», señaló Clara Weber, investigadora de posgrado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale y coautora del estudio.

Los cambios son más evidentes en la región involucrada en la comunicación entre los dos hemisferios del cerebro, mostraron los resultados.

Los expertos analizaron los resultados de escáneres cerebrales obtenidos mediante imagen por tensor de difusión (ITD) de 264 personas con autismo, con edades comprendidas entre los 6 meses y los 50 años, así como de un grupo control de 319 personas sin autismo de la misma edad.

La ITD es una técnica de resonancia magnética que mide la conectividad en el cerebro al detectar cómo se mueve el agua a lo largo de sus tractos de materia blanca. Las moléculas de agua se difunden de manera diferente a través de diferentes tipos de tejido cerebral.

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En adolescentes y adultos jóvenes, los investigadores hallaron diferencias significativas dentro de los tractos anterior/medio del cuerpo calloso entre las personas con autismo y las del grupo control. El cuerpo calloso es un haz grueso de fibras nerviosas que conecta y permite que los dos lados del cerebro se comuniquen.

«En los adolescentes, observamos una influencia significativa del autismo. En los adultos, el efecto fue aún más pronunciado. Nuestros resultados apoyan la idea de una conectividad cerebral deteriorada en el autismo, especialmente en los tractos que conectan ambos hemisferios», indicó Weber.

Los investigadores esperan que sus resultados puedan ayudar a mejorar el diagnóstico temprano del autismo y aporten biomarcadores potenciales para monitorear la respuesta al tratamiento.

«Tan solo en Estados Unidos, uno de cada 68 niños se ve afectado por el autismo, pero la gran variedad de manifestaciones y gravedad de los síntomas dificulta el reconocimiento temprano de la afección y el seguimiento de la respuesta al tratamiento. Nuestro objetivo es encontrar biomarcadores de neuroimagen que puedan facilitar el diagnóstico y la planificación de la terapia», finalizó Weber.

 

Fuente: Health Day News