El cáncer de mama es una de las formas más comunes de cáncer entre las mujeres, pero la detección temprana y la adopción de hábitos saludables pueden reducir considerablemente el riesgo de desarrollarlo. La combinación de cambios en el estilo de vida y la realización de chequeos médicos periódicos es clave en la prevención.
Hábitos saludables para reducir el riesgo
- Mantener un peso saludable. El sobrepeso, especialmente después de la menopausia, puede aumentar el riesgo de cáncer de mama. Mantener un índice de masa corporal adecuado mediante una dieta balanceada y ejercicio regular es fundamental.
- Realizar actividad física regularmente. El ejercicio reduce los niveles de estrógeno y de insulina, que están asociados con el desarrollo de cáncer de mama. Se recomienda al menos 150 minutos de actividad moderada o 75 minutos de actividad intensa a la semana.
- Limitar el consumo de alcohol. Existe una relación directa entre el consumo de alcohol y el riesgo de cáncer de mama. Se sugiere limitar el consumo a no más de una bebida al día, ya que incluso cantidades moderadas pueden incrementar el riesgo.
- Dieta rica en frutas y verduras. Consumir alimentos ricos en antioxidantes y nutrientes, como frutas, verduras y granos enteros, puede ayudar a proteger las células del daño que podría derivar en cáncer.
- Evitar el tabaco. Fumar está relacionado con numerosos tipos de cáncer, incluido el de mama, especialmente en mujeres premenopáusicas. Abandonar el tabaco es esencial para mejorar la salud general y reducir el riesgo de cáncer.
- Lactancia materna. Amamantar durante al menos seis meses tiene un efecto protector contra el cáncer de mama, ya que reduce la exposición de las células mamarias a las hormonas que favorecen el crecimiento de tumores.
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Chequeos preventivos y detección temprana
La detección temprana es fundamental para aumentar las posibilidades de un tratamiento exitoso. A continuación, algunos métodos clave:
- Autoexamen de mama. Realizar un autoexamen mensual permite familiarizarse con el tejido mamario y detectar posibles cambios, como bultos, cambios en la piel o secreciones del pezón. Aunque no sustituye a una mamografía, puede ser una herramienta útil para notar anormalidades.
- Mamografía. Es la prueba más efectiva para detectar el cáncer de mama en sus etapas iniciales, cuando aún no hay síntomas visibles. La recomendación general es que las mujeres mayores de 40 años se realicen una mamografía cada uno o dos años, pero la frecuencia puede variar según los antecedentes familiares y otros factores de riesgo.
- Examen clínico de mama. Este examen realizado por un profesional de la salud consiste en palpar el tejido mamario para identificar posibles anomalías. Se sugiere combinarlo con la mamografía para una detección más precisa.
- Pruebas genéticas. Para mujeres con antecedentes familiares de cáncer de mama, puede ser útil realizarse una prueba genética para detectar mutaciones en los genes BRCA1 y BRCA2, que aumentan significativamente el riesgo.
La prevención del cáncer de mama depende tanto de llevar un estilo de vida saludable como de la detección temprana mediante chequeos regulares. Adoptar hábitos como una alimentación balanceada, ejercicio regular, y evitar el alcohol y el tabaco, junto con la realización de mamografías y autoexámenes, son pasos esenciales para reducir el riesgo de desarrollar esta enfermedad.
Si tienes dudas, consulta a un profesional de la salud. ¡Cuídate!
Fuente: Mayo Clinic