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La pandemia de COVID-19 ha cambiado la manera de vivir de la población mundial. Además de arrojar luz sobre cómo prevalecen las disparidades raciales y étnicas, el estado socioeconómico y el peso en los resultados de esta nueva enfermedad, la pandemia está propiciando inseguridad alimentaria a un nivel sin precedentes.

¿Qué es la inseguridad alimentaria?

La inseguridad alimentaria es una interrupción en la ingesta de alimentos o en los patrones de alimentación debido a la falta de dinero y otros recursos. El Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) divide la inseguridad alimentaria en dos categorías:

  • Seguridad alimentaria baja: la calidad, la variedad o los alimentos deseados se reducen por necesidad. Sin embargo, la baja seguridad alimentaria está relacionada con una reducción mínima o nula de la ingesta de alimentos.
  • Seguridad alimentaria muy baja: múltiples indicadores de patrones de alimentación alterados, como no tener comida en el refrigerador, y reducción de la ingesta de alimentos debido a la falta de acceso a los mismos.

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¿Cómo impulsa la inseguridad alimentaria los trastornos alimentarios?

Uno de los primeros estudios para abordar el espectro completo de trastornos alimentarios en personas que viven con inseguridad alimentaria se publicó en la revista International Journal of Eating Disorders en 2017. En este trabajo, los participantes con el nivel más alto de inseguridad alimentaria experimentaron:

  • Niveles más altos de atracones (comer de forma incontrolable).
  • Una mayor probabilidad de tener algún tipo de trastorno alimentario, como anorexia o bulimia;
    o una restricción dietética por cualquier motivo, por ejemplo, evitar un grupo de alimentos, como carbohidratos, o tipos de alimentos, como postres.
  • Autoestigma por el peso, evaluado mediante respuestas a un cuestionario que medía la autodevaluación y el miedo a experimentar estigma (la declaración más común fue «nunca tendría problemas con el peso si fuera más fuerte»).
  • Altos niveles de preocupación, también medidos mediante respuestas a un cuestionario (ejemplo de declaración: “Mis preocupaciones me abruman”).

Otro estudio de 2020 publicado en la revista Eating Disorders apunta a altos niveles de restricción dietética en poblaciones urbanas de bajos ingresos, racial y étnicamente diversas. Las principales razones por las que las personas dijeron reprimirse para comer fueron:

  • Minimizar el efecto del hambre en los niños y otros miembros de la familia
  • Racionar los alimentos comiendo menos para que duren más.
  • Priorizar los gastos médicos sobre los alimentos.

Con base en lo anterior, podemos decir que la inseguridad alimentaria está vinculada a los trastornos alimentarios que atentan contra la salud. La inseguridad alimentaria se ha intensificado en medio de la pandemia de COVID-19. Las minorías raciales y étnicas continúan enfrentando la peor parte de los problemas agravados de la inseguridad alimentaria, el COVID-19, los trastornos alimentarios y padecer exceso de peso. Por ejemplo, tan solo en Estados Unidos, la inseguridad alimentaria se ha incrementado desde 1999 hasta afectar aproximadamente al 20% de la población adulta.

Por ello, debemos permanecer alerta y promover esfuerzos que ayuden a resolver estos importantes problemas, los cuales tienen un impacto tremendo en la salud y el bienestar de nuestras comunidades.

 

Vía: Harvard Medical School