Hay personas que enfermaron de COVID-19 y, tras experimentar los síntomas clásicos y haber comenzado a recuperarse, tuvieron otro efecto adverso inesperado: la pérdida de cabello.

Pero, ¿a qué se debe esto? La respuesta es el «efluvio telógeno», señaló el doctor Patrick Angelos, cirujano plástico y reconstructivo certificado en Charleston Plastic Surgery, en Carolina del Sur (Estados Unidos), y especialista en restauración del cabello.

El médico explica que la afección se caracteriza por «una pérdida temporal de cabello que se cree es un mecanismo de defensa para ayudar al cuerpo a conservar la energía vital y los nutrientes para combatir infecciones, así como para recuperarse de un trauma».

Según Angelos, es poco probable que la condición sea causada directamente por la enfermedad COVID-19. Más bien es «una respuesta inmunitaria y sistémica causada por la reacción del cuerpo al virus».

Esto significa que el grado de pérdida de cabello «puede variar según el grado de infección y el sistema inmunológico de cada persona, y según su respuesta al virus», apuntó Angelos.

En cuanto al mecanismo detrás de la pérdida, Angelos destacó que «para la persona promedio, el 85% de los pelos de su cabeza están creciendo de forma activa. Normalmente, el 15% restante se encuentra en la llamada fase telógena, lo que significa que están en reposo», dijo.

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«Con el efluvio telógeno, el porcentaje de cabellos que están en reposo aumenta en un 30%, lo cual es una diferencia notable», agregó Angelos. Y esto significa que, si bien perder alrededor de 100 mechones de cabello al día es en realidad «bastante normal», la condición aumenta esta pérdida en alrededor de 300 mechones por día.

No obstante, Angelos tiene algunas palabras de consuelo para los pacientes de COVID-19 que podrían quedar estupefactos al ver que se les cae el cabello.

«Es poco probable que una persona pierda todo su cabello», subrayó. «Puede ser desconcertante ver que se caigan grandes cantidades. Pero serán reemplazados por cabello nuevo y las áreas de pérdida se rellenarán nuevamente».

¿Qué pueden hacer los pacientes?

«La primera línea de defensa sería encontrar y reparar la fuente del estrés o trauma para minimizar el daño», puntualizó Angelos. Pero cuando la fuente del estrés es una enfermedad sin cura, es más fácil decirlo que hacerlo.

Por lo tanto, el experto recomienda centrarse en mantener una dieta saludable y equilibrada, descansar lo suficiente y evitar fumar, ya que la ingestión de metales pesados ​​puede intensificar la caída del cabello.

Los pacientes también pueden considerar tratamientos médicos más complejos, sugirió. Uno de estos procedimientos es la «terapia con plasma rico en plaquetas», que implica extraer y procesar la propia sangre del paciente antes de inyectarla directamente en el cuero cabelludo. La esperanza es que el aumento del suministro de sangre hacia los folículos pilosos desencadene el crecimiento del cabello.

Para los pacientes que no están dispuestos a seguir este camino, Angelos reiteró que la pérdida de cabello debido a la COVID-19 es una condición reversible, y la restauración completa del cabello normalmente ocurre dentro de seis meses a un año.

 

Vía: Health Day News