Corazón, Diabetes, Riñones, Salud Mental
La donación de órganos debe considerarse como un regalo con un valor extraordinario. En especial, al considerar que en todo el mundo se ha observado un aumento en el número de personas en la lista de espera de un trasplante renal.
Por ello, de acuerdo con El estudio del donador vivo para trasplante renal, la falta de órganos para trasplante renal provenientes de cadáveres y debido al largo tiempo de espera por un riñón, existe una tendencia a realizar este tipo de intervenciones utilizando riñones procedentes de donadores vivos.
Actualmente, el trasplante renal de donadores vivos –que en su mayoría son familiares del receptor– se considera como el mejor método de tratamiento en pacientes con insuficiencia renal terminal, pues ofrece la mayor supervivencia a corto y largo plazo, y, comparado con la terapia dialítica, mejora su calidad de vida.
La mortalidad a largo plazo en receptores de trasplante es de 49 a 82 por ciento menor que en pacientes que se encuentran en lista de espera, dependiendo de las comorbilidades y condiciones médicas que provocan la insuficiencia renal terminal.
En todo caso, resulta indispensable establecer criterios mínimos de selección y de evaluación de donadores renales. En este sentido, todos los donadores deberán contar con una historia clínica completa y exámenes de laboratorio, así como de gabinete que permitan su evaluación integral.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define como sano al estado físico, mental y social de bienestar y no simplemente la ausencia de enfermedad o deficiencia. Por ello, se plantea que la donación renal debería suponer un riesgo mínimo en lo físico, psicológico y social para el donador sano, así como un riesgo limitado para el receptor.
En el proceso de la evaluación inicial se le explica al posible donador cuáles son los riesgos a corto y largo plazo y se inicia determinando su grupo sanguíneo a fin de descartar la no compatibilidad con el receptor.
En 2004 –en un consenso que se llevó a cabo en Ámsterdam– se concluyó que el donador debe ser sometido a una evaluación médica y psicosocial completa en la que se determine la compatibilidad, se detecten anticuerpos que puedan causar un rechazo temprano y se cuantifique el riesgo del donador, entre otros aspectos.
Asimismo, algunos otros de los elementos específicos a tomar en cuenta en la evaluación son la historia clínica detallada con énfasis en toxicomanías; una exploración física completa; exámenes hematológicos y bioquímicos completos; pruebas de herpes, hepatitis B y C, así como una valoración psiquiátrica y nefrológica.
Todos los resultados se deben dar a conocer al donador y se tiene que discutir con él los riesgos implícitos de la donación, que van desde el impacto en su situación social y financiera, hasta peligros futuros de insuficiencia renal, hipertensión, diabetes, falla del injerto en el receptor, problemas técnicos y enfermedades recurrentes.
Antes de la donación, es necesario descartar la posibilidad de coerción sobre el donador, siendo un derecho éste arrepentirse en cualquier momento del proceso. Así, es una obligación ética del grupo médico proteger desde el punto de vista psicológico y social la determinación del donador.
Además, es particularmente importante descartar una motivación económica, ya que, como establece la OMS, ninguna parte del cuerpo humano puede ser comercializada y cualquier remuneración económica a cambio de un órgano debe de ser prohibida.
En este sentido, se debe fomentar la donación altruista en la que se informe al donador acerca de los riesgos potenciales y las consecuencias de la cirugía, así como los riesgos relacionados al acto quirúrgico y las implicaciones para la vida, además se debe instruir sobre la conveniencia de la práctica de ejercicio, de eliminar el tabaquismo, así como de mantener un adecuado control del peso y la dieta.
Además, es fundamental asegurar ciertas medidas precautorias para el donador sano que en situaciones ideales, debería incluir el registro obligatorio del donador en una base de datos centralizada, un seguro de vida e incapacidad por la cirugía por lo menos durante el primer año postoperatorio, seguimiento médico a largo plazo y en caso de que el donador presente uremia en el futuro, asegurar prioridad en la lista de espera de receptores.
En la experiencia en la mayor parte de los centros médicos del mundo, el impacto psicológico que se produce en el donador ha sido, en general, benéfico, observándose en la mayoría de los casos un incremento en su autoestima; en tanto, se desarrolla una relación más cercana con el receptor.
Incluso, se reporta una igual o mejor calidad de vida después de la donación, la cual está curiosamente en estrecha relación con el estado y función del receptor; por lo que es importante dar seguimiento psicológico, pues en situaciones de muerte o deterioro del receptor, se puede encontrar un efecto negativo.
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Vía: www.academica.mx