La ablación se refiere a la destrucción de las células cancerosas de un tumor con el uso de energía, así lo indica la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins (Estados Unidos).

Las formas más comunes de ablación incluyen la congelación (crioablación) o quema (ablación por radiofrecuencia). Sin embargo, para este enfoque se pueden utilizar tecnologías de radiación, productos químicos, microondas y láser. Asimismo, se puede realizar de forma percutánea (a través de la piel) o mediante exposición quirúrgica (cirugía abierta o laparoscópica).

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En la ablación percutánea, un radiólogo intervencionista experimentado coloca una aguja a través de la piel de la espalda y dentro del tumor. Esto se realiza bajo la guía de una tomografía computarizada o una ecografía. Después, se enciende la máquina de ablación y se destruye el tumor. En algunos lugares, la ablación percutánea suele ser un procedimiento ambulatorio que no requiere anestesia general.

Los beneficios de esta técnica incluyen efectos secundarios bajos y un procedimiento ambulatorio. Sin embargo, es posible que la tasa de curación de una sola ablación no sea tan alta como después de la extirpación quirúrgica de la masa, y quizás se requieran múltiples tratamientos de este tipo. Además, no todos los tumores son aptos para la ablación, por lo que siempre es mejor hablar con un experto en el cáncer a tratar antes de que elijas cualquier otra opción.

 

Vía: Johns Hopkins Medicine