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La composición y la actividad de nuestro microbioma pueden verse alteradas por la dieta. Esto ocurre incluso si los alimentos que consumes no son probióticos conocidos como la kombucha, el yogur, el kéfir y otros alimentos fermentados.

Las bacterias intestinales que descomponen la fibra dietética son una piedra angular de un microbioma saludable. Una dieta rica en fibra puede aumentar la cantidad de estas bacterias, así como sus efectos beneficiosos y antiinflamatorios.

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Los ingredientes alimentarios que no son absorbidos por el intestino, sino que son consumidos por el microbioma intestinal, se denominan prebióticos. Tenemos evidencia limitada, aunque prometedora, que respalda los beneficios de los prebióticos para las personas con enfermedad inflamatoria intestinal (EII). Actualmente, no se recomienda ningún alimento o suplemento prebiótico específico para uso general.

Sin embargo, la dieta mediterránea, que fomenta las verduras ricas en fibra, los cereales integrales y las legumbres, puede reducir modestamente los síntomas y los marcadores de inflamación en la EII. Aunque estos efectos son pequeños e inconsistentes, la dieta mediterránea mejora la salud general en personas con o sin EII. Y es en gran parte por esta razón que los expertos la recomiendan para quienes padecen EII.

 

Fuente: Harvard Medical School