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La incontinencia por esfuerzo se desencadena por la presión que se ejerce sobre la vejiga y el piso pélvico. Toser o estornudar puede causar este tipo de incontinencia, al igual que correr, saltar, levantar algo pesado u otra actividad física, así lo indica la Clínica Mayo (Estados Unidos).

Las mujeres son más propensas que los hombres a tener incontinencia por esfuerzo. El embarazo, el parto, la menopausia y la anatomía del tracto urinario femenino contribuyen a la frecuencia de esta afección. La edad también suele jugar un papel importante. Conforme se envejece, los músculos que sostienen la vejiga y la uretra pierden algo de su fuerza, y eso aumenta la posibilidad de tener fugas de orina. Tener sobrepeso también puede provocar incontinencia por esfuerzo, ya que el exceso de peso aumenta la presión sobre los órganos abdominales y pélvicos.

¿Cuándo acudir con el médico?

La incontinencia por esfuerzo generalmente produce fugas que van de leves a moderadas. Cabe señalar que aquella que es de tipo menor y ocasional no requiere tratamiento. Pero cuando la incontinencia ocurre con frecuencia o interrumpe tus actividades diarias, es importante buscar atención médica.

El primer paso sería hacer una cita con tu proveedor de atención primaria o ginecólogo para un examen pélvico. Dicho examen se usaría para verificar si hay una condición médica subyacente que podría conducir a la incontinencia. Si se descubre otra afección, el tratamiento puede ayudar a eliminar la incontinencia por esfuerzo.

Afecciones que contribuyen a la incontinencia por esfuerzo

Por ejemplo, en algunas mujeres, particularmente aquellas que ya pasaron la menopausia, la atrofia vaginal, una afección que implica adelgazamiento, sequedad e inflamación de las paredes vaginales, puede contribuir a la incontinencia por esfuerzo. Tratamientos como la terapia hormonal pueden reducir los síntomas de atrofia vaginal y aliviar la incontinencia. Otra afección, llamada prolapso vaginal o prolapso de los órganos pélvicos, hace que los músculos, el tejido conectivo y los ligamentos que sostienen la vagina se debiliten y se estiren, lo que también puede provocar incontinencia por esfuerzo.

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Ejercicios de Kegel y fisioterapia

Si no se encuentra una condición subyacente, entonces una revisión de los ejercicios de Kegel podría ayudar. Tales ejercicios aprovechan una técnica específica para fortalecer los músculos del piso pélvico. Tu proveedor de atención médica o un fisioterapeuta pélvico pueden trabajar contigo para asegurarse de que realizas los ejercicios correctamente, y para confirmar que los practicas con la frecuencia suficiente para recibir beneficios.

Si la incontinencia por esfuerzo persiste después de eso, una consulta de fisioterapia pélvica sería el siguiente paso apropiado. Esta cita incluiría una evaluación de la columna vertebral, las caderas, la pelvis y los músculos del piso pélvico. La incontinencia por esfuerzo puede deberse a debilidad o pérdida de flexibilidad en cualquiera de esas áreas. Por ejemplo, aunque los músculos débiles del piso pélvico suelen ser los culpables de la incontinencia, si tales músculos están demasiado tensos, también pueden contribuir al problema.

Dependiendo de los resultados de tu evaluación, la fisioterapia del piso pélvico puede ser útil en este punto. Un fisioterapeuta pélvico puede darte instrucciones y orientación sobre los ejercicios que serán más beneficiosos para ti. El uso de almohadillas para la incontinencia —como las almohadillas Poise— o de ropa interior protectora puede hacer que te sientas más cómoda mientras trabajas para mejorar los síntomas de la incontinencia por esfuerzo.

¿Y si no funciona ninguna de las opciones anteriores?

Si los cambios en el estilo de vida y las terapias no disminuyen ni eliminan los episodios de incontinencia, tu médico puede recomendar un dispositivo diseñado para ayudar a controlar la afección. En algunos casos, se recomienda la cirugía para mejorar el cierre del esfínter o brindarle soporte al cuello de la vejiga. Considera que aunque la incontinencia por esfuerzo es un problema común, especialmente en mujeres mayores, no es una condición que simplemente tengas que soportar. Mantenerte saludable conforme vayas envejeciendo implica mantener o mejorar la fuerza en general, y eso incluye los músculos del piso pélvico.

 

Vía: Mayo Clinic