De acuerdo con un estudio reciente, las mujeres embarazadas que habitan en un radio de 1.6 kilómetros de zonas en las que se usan pesticidas comerciales parecen tener un mayor riesgo de que su hijo tenga autismo.
Este peligro pareció darse mayormente en mujeres durante los últimos meses de gestación que vivían cerca de granjas, campos de golf y otros espacios públicos que eran tratados con estos productos.
A decir de Irva Hertz-Picciotto, epidemióloga ambiental del Instituto MIND de la Universidad de California y autora del estudio, muchos de esos compuestos afectan las neuronas. En los adultos, el cerebro se encuentra protegido de muchas exposiciones a sustancias químicas gracias a unos filtros que evitan que dichos compuestos crucen a sangre y se dirijan al cerebro.
No obstante, en niños pequeños, esta barrera no está formada del todo, lo que podría permitir que los pesticidas alcancen las células nerviosas vulnerables justo cuando están realizando conexiones vitales entre sí.
En el análisis, que se publicó en la edición en línea de la revista Environmental Health Perspectives, se observaron a casi mil familias con hijos que tenían entre 2 y 5 años; unos 486 de esos niños tenían un diagnóstico confirmado de autismo; 168, un tipo de retraso en el desarrollo y 316 evolucionaban conforme a lo esperado.
Los padres contestaron numerosas preguntas sobre el estilo de vida, las exposiciones ambientales y los lugares donde habían vivido antes y durante su embarazo, para posteriormente comparar las direcciones con una base de datos sobre las aplicaciones de pesticidas.
Entre los hallazgos se encontró que una tercera parte de las mujeres habían vivido en un radio de 1.6 kilómetros del lugar donde se aplicaron estas sustancias y descubrieron que los niños con autismo tenían más probabilidades de haber vivido a esta distancia antes de nacer; este riesgo era entre un 60 y 200 por ciento más alto –según el tipo de sustancias aplicada, la distancia en la que vivía la familia y el momento de exposición.
«Estas discapacidades del neurodesarrollo no son función de un solo factor«, puntualizó Hertz-Picciotto.
«Sospecho que hay varios factores distintos, que tienen que ver con la salud materna, la nutrición materna, además de las sustancias químicas que se usan cerca de casa y otros factores como la contaminación del aire«, planteó.
Aunque la asociación es interesante, Philippe Grandjean, profesor adjunto de salud ambiental de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Harvard, quien no participó en el estudio, apuntó que, dado que la investigación observó el pasado, no se pudieron recolectar muestras para medir directamente las exposiciones.
Por ello, no se pueden precisar las sustancias ni relacionar los niveles específicos de exposición, por lo que, a decir de Grandjean, el vínculo reportado es débil.
En todo caso, otros estudios han apuntado a los pesticidas como posibles culpables de este trastorno. Así, por ejemplo, los hijos de trabajadores agrícolas, que están expuestos a dosis bajas crónicas de pesticidas antes de nacer y en los primeros años de vida, mientras sus cerebros aún están en desarrollo, tienen un riesgo más alto de problemas del neurodesarrollo, como el autismo.
Vía: HealthDay News