Muchas personas llevan un estilo de vida mucho más sedentario que sus padres y abuelos.
Algunos ejemplos de hábitos sedentarios incluyen los siguientes:
- Trabajar en una oficina en lugar de realizar trabajos manuales.
- Jugar juegos en una consola o computadora en lugar de realizar actividades físicas al aire libre.
- Ir a lugares en coche en lugar de caminar o andar en bicicleta.
Cuanto menos se mueve una persona, menos calorías quema.
Sumado a ello, la actividad física afecta el funcionamiento de las hormonas de una persona, y las hormonas poseen un impacto en la forma en la que el cuerpo procesa los alimentos.
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Varios estudios han sugerido que la actividad física puede ayudar a mantener estables los niveles de insulina, y que los niveles inestables de insulina pueden provocar aumento de peso y obesidad.
Una revisión del año 2016 encontró que, aunque los diseños de algunos estudios dificultan sacar conclusiones exactas, «un estilo de vida que incorpore actividad física regular es considerado como un factor clave para mantener y mejorar muchos aspectos de la salud, incluida la sensibilidad a la insulina».
La actividad física no es sinónimo de entrenamiento en el gimnasio. El trabajo físico, caminar o andar en bicicleta, subir escaleras y las tareas domésticas permiten llevar un estilo de vida activo.
No obstante, el tipo y la intensidad de la actividad pueden afectar el grado en que beneficia al cuerpo a corto y largo plazo.
Fuente: Medical News Today