Los garbanzos, que pertenecen a la familia de las fabáceas (a la que también pertenecen los chícharos), son frutos comestibles producidos por la planta Cicer arietinum. Son pequeños, redondos y, generalmente, de color beige. Son una fuente rica de vitaminas, minerales, proteínas vegetales y fibra.
Los garbanzos aportan 14.5 gramos de proteína vegetal por taza (cocidos), lo que los convierte en una buena opción para quienes buscan obtener más proteínas en sus dietas sin comer más carne. También aportan 12.5 gramos de fibra dietética por taza, lo que favorece la digestión, ayuda a mantener un microbioma intestinal saludable y puede ayudar a que te sientas más lleno(a) durante más tiempo después de comer. Además, son relativamente bajos en calorías y contienen 4 gramos de grasa (una mezcla de grasas monoinsaturadas y poliinsaturadas saludables) por taza. Sumado a ello, como tienen un índice glucémico bajo, a diferencia de los carbohidratos refinados, comerlos no hará que tus niveles de azúcar en sangre se disparen.
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Como ya dijimos, los garbanzos aportan una variedad de vitaminas y minerales. Son una excelente fuente de manganeso (importante para el cerebro y el sistema nervioso) y de folato (una vitamina B importante para el crecimiento celular), así como de cobre, hierro, zinc y fósforo. Los garbanzos poseen un alto contenido de vitaminas A, E y C, y son una buena fuente de tiamina, vitamina B6 y selenio. También son una buena fuente de potasio y magnesio, que pueden ayudar a mantener la salud cardiovascular al prevenir la hipertensión arterial. Asimismo, los garbanzos no tienen colesterol de forma natural y son bajos en sodio, a la vez que son ricos en grasas poliinsaturadas saludables para el corazón.
Fuente: Harvard Medical School