Cuando uno suele hablar de problemas renales o enfermedades que afectan a los riñones, lo más probable es que se piense que estas afecciones son exclusivas de los adultos. No es así. Los niños también pueden llegar a padecer esta clase de problemas.
Los riñones son una parte del cuerpo fundamental para garantizar una adecuada salud integral. Su función es actuar como filtros del organismo, ayudan entre otras cosas a:
-Controlar los niveles de agua.
-Eliminar deshechos a través de la orina.
-Regular la tensión arterial.
-Producción de glóbulos rojos.
-Mantener los niveles de calcio y minerales.
Señales de alerta
Los padres de familia deben permanecer alertas ante la presencia de los síntomas que pueden sugerir la presencia de problemas renales, estos incluyen:
-Fiebre.
-Hinchazón alrededor de los ojos, rostro, pies y tobillos (conocido como edema).
-Ardor o dolor al orinar.
-Incremento significativo en la frecuencia de orinar.
-Dificultad para controlar la orina en los niños que son lo suficientemente grandes para usar el baño por sí solos.
-Recurrencia de episodios de mojar la cama (especialmente en niños que nunca antes han mojado la cama).
-Sangre en la orina
-Tensión arterial alta.
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Consejos
Ante la presencia de varios de los síntomas antes expuestos, los padres de familia deben llevar a su hijo(a) lo más pronto posible con un experto de la salud, para que sea diagnosticado, de ser el caso, y recibir un tratamiento oportuno.
En los niños, la aparición de problemas renales suele deberse generalmente a un origen genético, es decir, poco tiene que ver el hecho de que los padres hicieron o dejaron de hacer algo.
Un gran porcentaje de estas afecciones se diagnostican antes de que los bebés nazcan, a través de pruebas prenatales de rutina y son tratados con medicamentos u operaciones mientras que el niño aún es pequeño.
Asimismo, es importante que los padres inculquen a sus hijos hábitos saludables que pueden ayudar a prevenir este tipo de problemas, como por ejemplo:
-Evitar comidas grasosas y muy dulces.
-Realizar actividad física de forma frecuente.
-Beber agua y líquidos sin azúcar con frecuencia.
-Consumir frutas y verduras en cantidades abundantes.
Vía: Kid’s Health