Los padres suelen ser los primeros en reconocer que su hijo(a) tiene un problema con las emociones o el comportamiento. De todas formas, la decisión de buscar ayuda profesional puede ser difícil y dolorosa para una madre o padre. El primer paso es tratar de hablarle al niño o adolescente con delicadeza. Una conversación honesta y abierta sobre los sentimientos suele ser de mucha ayuda. Los padres pueden elegir consultar con los médicos del niño, maestros, miembros de la comunidad u otros adultos que conocen bien al niño. Tales pasos pueden resolver los problemas del niño y la familia.
A continuación mencionamos algunos signos que pueden indicar que una evaluación psiquiátrica para niños y/o adolescentes sería útil:
Niños más jóvenes
- Caída marcada en el rendimiento escolar.
- Malas calificaciones en la escuela a pesar de esforzarse mucho.
- Preocupación o ansiedad severa, que se manifiesta por negarse regularmente a ir a la escuela, a dormir o a participar en actividades que son normales para la edad del niño.
- Quejas físicas frecuentes.
- Hiperactividad; inquietud; movimiento constante más allá del juego regular con o sin dificultad para prestar atención.
- Pesadillas persistentes.
- Desobediencia o agresión persistente (más de 6 meses) y oposición provocadora a las figuras de autoridad.
- Rabietas frecuentes e inexplicables.
- Amenaza con hacerse daño o suicidarse.
Conoce más: Niños y adolescentes con depresión, ¿cómo pueden los padres mejorar su bienestar?
Preadolescentes y Adolescentes
- Disminución marcada en el rendimiento escolar.
- Incapacidad para hacer frente a los problemas y las actividades diarias.
- Cambios marcados en los hábitos de sueño y/o alimentación.
- Dificultades extremas para concentrarse que interfieren en la escuela o en el hogar.
- Depresión que se manifiesta por un estado de ánimo y una actitud negativos sostenidos y prolongados, generalmente acompañados de falta de apetito, dificultad para dormir o pensamientos de muerte.
- Cambios de humor severos.
- Fuertes preocupaciones o ansiedades que interfieren en la vida diaria, como en la escuela o al socializar.
- Consumo repetido de alcohol y/o sustancias adictivas.
- Miedo intenso a volverse obeso sin relación con el peso corporal real, dietas excesivas, vómitos o uso de laxantes para perder peso.
- Pesadillas persistentes.
- Amenazas de autolesión o daño a otros.
- Comportamiento autodestructivo o autolesivo.
- Estallidos frecuentes de ira, agresión.
- Amenazas repetidas de que huirá.
- Violación consistente agresiva o no agresiva de los derechos de otros; oposición a la autoridad, absentismo escolar, robos o vandalismo.
- Pensamientos, creencias, sentimientos o comportamientos inusuales o extraños.
RECUERDA: Si los problemas persisten durante un período prolongado de tiempo o si otras personas involucradas en la vida del niño/adolescente están preocupadas, considera buscar una consulta con un psiquiatra de niños y adolescentes o con un profesional de la salud mental que esté capacitado.