Quizás lo primero que hiciste esta mañana al despertar fue tomar tu teléfono y desplazarte por internet o redes sociales, leyendo titulares que anunciaban malas noticias. Si es así, estás haciendo algo llamado «doomscrolling» (el consumo constante de noticias angustiosas).
Es un impulso comprensible: con guerras que se desatan en todo el mundo, tiroteos masivos frecuentes, múltiples desastres climáticos y una población polarizada que hace unos meses tuvo una elección presidencial, nuestros canales de noticias están llenos de información angustiante. Muchos de nosotros los hojeamos con avidez, constantemente; presionamos actualizar y la transmisión comienza de nuevo.
Con la propensión de los medios a bombardear principalmente con malas noticias, no estamos recibiendo ningún mensaje de esperanza; es todo negatividad.
El comportamiento tiene sus raíces en el sistema límbico de nuestro cerebro, a menudo llamado cerebro reptil o de lagarto, que está dominado por una estructura llamada amígdala. Esta promueve la autoconservación y genera la respuesta de lucha o huida ante el peligro, lo que nos impulsa a buscar amenazas.
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Dos grupos clave son especialmente vulnerables: las mujeres y las personas con antecedentes de trauma. Las mujeres se ven más afectadas por el doomscrolling porque la mayoría de los medios con titulares negativos tratan sobre el daño a la población femenina e infantil.
Tal vez no sea sorprendente que las noticias que revuelven el estómago tengan una tendencia a crear malestares digestivos. Pero las náuseas están lejos de ser el único efecto físico del doomscrolling, pues según los expertos, otros pueden incluir dolores de cabeza, tensión muscular, dolor de cuello y hombros, falta de apetito, dificultad para dormir e incluso presión arterial elevada.
Cuando las personas navegan durante horas, también son sedentarias durante mucho tiempo, por lo que los efectos dominó son vastos y problemáticos.
Además, el doomscrolling evoca mayores niveles de ansiedad existencial, haciendo que sea difícil interactuar con el mundo real, el cual se mueve a un ritmo mucho más lento.
Por ello y para reducir el consumo de estas noticias negativas, las estrategias giran principalmente en torno a la creación de límites digitales que puedan darle a tu cerebro y cuerpo la oportunidad de recalibrarse a la normalidad, como mantener tu teléfono fuera de tu mesa o buró de noche, hacer lo mismo en tu espacio de trabajo, no llevar tu teléfono a la mesa, optar por no recibir notificaciones, centrarte en las noticias de tu comunidad, enfocarte en lo bueno y hablar con tu médico.
Fuente: Harvard Medial School