El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) es detectado y tratado durante la infancia. Sin embargo, suele ser ignorado en la edad adulta. Si bien se ha creído erróneamente que el trastorno desaparece con la adolescencia, dos tercios de los niños con TDAH continúan con síntomas en la adultez.
Esto produce un impacto negativo en la vida de las personas que lo padecen. «Nos encontramos con un adulto con dificultades para gestionar sus propias emociones. Los adultos con TDAH suelen ser personas que han vivido desde muy pequeñas la experiencia del rechazo y de sentirse diferentes”, explicó Juncal Sevilla Vicente, psiquiatra en el Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz.
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¿Cómo es un adulto con TDAH?
Un adulto que padece TDAH, pero que no fue diagnosticado ni tratado de niño, suele tener un escaso rendimiento académico, así como problemas de adaptación al medio laboral y en sus relaciones interpersonales. Un adulto con TDAH, tiene más probabilidades de padecer ansiedad o depresión y un elevado riesgo de adicciones.
Las manifestaciones más comunes de las personas adultas con TDAH son:
- Menor estabilidad laboral.
- Mucha energía.
- Hablar en exceso e interrumpir para responder.
- Impaciencia y dificultades para esperar su turno.
- Baja autoestima y baja tolerancia a la frustración.
Para poder diagnosticar TDAH a un adulto, los síntomas tienen que estar presentes desde la infancia. Los síntomas relacionados con la hiperactividad suelen remitir, cambiar o aminorarse con los años, algo que no sucede con la atención y la impulsividad.
El diagnóstico precoz es indispensable para mejorar la calidad de vida de los pacientes, algo que no ocurre a menudo debido a que suele confundirse con otros trastornos, como el ataque de pánico, los trastornos de ansiedad, la depresión o el trastorno bipolar.
El tratamiento, al igual que ocurre con los niños, debe ser multidisciplinar, combinando el farmacológico con el psicológico.
“Es muy importante la psicoeducación, explicar qué significa el diagnóstico, cuáles son sus síntomas y cómo podemos abordarlos. Hacer entender a la familia por qué tienen esas peculiaridades y qué diferencias existen con quienes no lo padecen», concluyó la experta.
Vía: 20 minutos.es