Se estima que hoy en día hasta 80 por ciento de la población mundial utiliza la medicina alopática o medicina moderna para el tratamiento de sus enfermedades. Sin embargo, una parte importante de estas personas (hasta dos tercios) recurre ocasionalmente a productos naturales como plantas y tratamientos tradicionales considerados alternativos (acupuntura, quiropraxia, la homeopatía, entre otros).

Este uso de tratamientos tradicionales alternativos es aún más marcado en países subdesarrollados como los latinoamericanos y especialmente entre personas con enfermedades crónicas como es el caso de la epilepsia. Ello se debe en gran parte a la insatisfacción ante los tratamientos médicos o la falta de acceso a los mismos, ya sea por limitaciones económicas, por ignorancia o supersticiones acerca de la epilepsia, por influencia de charlatanes y a veces también por niveles educativos deficientes.

Sin embargo, no debemos ignorar que la medicina alopática tiene sus orígenes en medicinas tradicionales muy arraigadas en algunas culturas como la Ayurveda en la India, la Acupuntura en China y el Kampo en Japón. En Europa a estas medicinas se les conoce como complementarias y no tanto como “alternativas”, ya que con frecuencia se utilizan como complemento a la medicina alopática.

Es común que la gente piense, aunque de manera errónea, que los tratamientos y medicamentos denominados alternativos son más seguros que los alopáticos y que no cuentan con efectos secundarios. Desafortunadamente, algunos de los tratamientos alternativos son un fraude e inefectivos, además de tener el potencial de provocar complicaciones en el paciente.

Pueden darse cuatro circunstancias con los tratamientos; primero, pueden ser inofensivos por no tener sustancias peligrosas, por no involucrar prácticas riesgosas o por no tener interacciones conocidas con los medicamentos antiepilépticos. En segundo lugar, algunas prácticas y sustancias pueden ser riesgosas por tener efectos secundarios o interacciones indeseables, incluso, algunas plantas caen en esta categoría.

En tercer lugar, algunas sustancias o prácticas pueden ser útiles en el control de las crisis pero como complemento a la salud general, no como tratamiento antiepiléptico. Por ejemplo, a algunos pacientes en quienes las crisis se desencadenan cuando están bajo mucha tensión les ayudaría utilizar técnicas yoga de alivio del estrés, otro ejemplo son ciertas vitaminas y minerales que previenen algunos efectos secundarios o complicaciones de los medicamentos antiepilépticos.

En cuarto lugar, su efecto puede ser desconocido.

Si una persona tiene epilepsia debe saber que los tratamientos con fármacos y los tratamientos no medicamentosos como la cirugía y otros más, utilizados hoy en día como la estimulación vagal, se basan en estudios científicos. Estos estudios comparan los efectos de estos tratamientos en grandes grupos de pacientes y confirman si son útiles o no.

Hasta la fecha, a excepción de la cirugía de epilepsia, ningún tratamiento médico o tradicional ha demostrado que puede curar la epilepsia, aunque el uso de algunos tratamientos tradicionales y complementarios producen una reducción en el número de crisis y consecuentemente mejorar la calidad de vida de las personas afectadas.

A continuación se revisa la evidencia disponible sobre la eficacia de los tratamientos alternativos y complementarios en epilepsia. Algunos de ellos pueden usarse para beneficio de los pacientes con crisis epilépticas, pero estos tratamientos no son una opción definitiva pues no controlan ni curan las crisis.

 

Plantas medicinales

Es el método terapéutico más antiguo conocido ya que aún los primeros hombres trataron sus males con plantas y hierbas a las que atribuían propiedades medicinales. Están presentes en todas las medicinas tradicionales y, de hecho, 35 por ciento de los fármacos que consumimos en todo el mundo tienen principios activos de origen natural.

Se calcula que existen alrededor de medio millón de especies de plantas en la tierra, lo que las convierte en una fuente inagotable de investigación para beneficio de la humanidad. Sin embargo, aún no existe evidencia científica de estudios en humanos que indique que las hierbas pueden controlar o curar la epilepsia.

Según Tyagi y Delanti se ha estudiado en animales de laboratorio el efecto de aproximadamente 35 plantas usadas en diferentes culturas para el tratamiento de la epilepsia. Treinta de ellas aún deben ser estudiadas para verificar si tienen algún efecto anticonvulsivante y cinco de ellas más bien eran capaces de producir convulsiones.

Algunas hierbas parecen aumentar el efecto del GABA, una sustancia inhibitoria de la actividad cerebral y de crisis epilépticas pero todavía deben seguirse estudiando.

La medicina japonesa Kampo, que incluye combinaciones de plantas, se estudia con mucho interés, pues se están evaluando sus propiedades antiepilépticas. No sabemos si esto llevará a la creación de nuevos medicamentos con dosis específicas de principios activos de esas plantas. Un inconveniente es que en su uso casero, las hierbas son utilizadas en cantidades empíricas. Por ejemplo, la misma cantidad en miligramos de una hierba puede tener una concentración de principio activo diferente a otra cantidad similar.

Es importante tener cuidado ya que algunas plantas interactúan con los medicamentos antiepilépticos. Así, algunos ejemplos de éstas plantas son: la menta; aumentan los niveles de carbamacepina y fenítoina, el eucalipto; reduce el efecto del fenobarbital y el jugo de uvas; puede aumentar los niveles de carbamacepina. El uso de aceites de animales puede interferir con la absorción de algunos medicamentos, por lo cual no se recomiendan.

Según estudios de laboratorio, algunas plantas y hierbas como la raíz de COHOSH negra (Cimifuga racemosa), la yohimbina (Pausinystalia johimbe), el extracto de guaraná (Paullinia cupana), el Ginkgo biloba, la kava kava (Piper mysticum) se han asociado a la provocación de convulsiones en humanos. Plantas muy populares como la manzanilla (Chamaemelum nobile) y el ajo no tienen ningún efecto antiepiléptico demostrado y afectan la eliminación de los medicamentos por el hígado. Como los nombres populares varían de país en país, nos limitaremos a estos ejemplos.

 

Medicina oriental (hierbas y acupuntura)

La medicina tradicional china y japonesa se basa en el uso de hierbas y acupuntura.

En la actual China se usa la medicina tradicional como suplemento a los medicamentos anticonvulsivantes tradicionales (que se pretende dar a entender aquí con tradicional), esperando con esto reducir los efectos secundarios de los mismos.

Algunos estudios experimentales han intentado demostrar los efectos de la acupuntura en las descargas epileptiformes del cerebro, provocadas en animales de laboratorio por la aplicación tópica de penicilina en la corteza cerebral. En efecto se ha observado supresión del estímulo eléctrico con la aplicación de agujas cutáneas.

Otro estudio realizado también en animales de laboratorio mostró que las decargas epilépticas se bloqueaban con la acupuntura, probablemente por disminución del contenido de encefalinas en el hipocampo.

Es posible que la acupuntura tenga efectos antiepilépticos al aumentar la disponibilidad de neurotransmisores como el GABA, la Glicina y la Taurina así como disminuir los niveles de neurotransmisores excitatorios como Aspartato y Glutamato, el cual tiene un efecto inhibitorio de descargas neuronales en el sistema nervioso central .

 

Ayurveda

Es la más antigua de las medicinas organizadas existentes al día de hoy, ya que sus orígenes se remontan a la India alrededor de 5 000 años a. C. En el idioma sánscrito Ayurveda significa, “ciencia de la vida” y se basa en el concepto filosófico de mantener mediante la meditación trascendental y el uso de hierbas, el equilibrio “Dosha” que representa las fuerzas de la naturaleza. La epilepsia es una de las enfermedades consideradas tratables por los seguidores de estas terapias.

Yoga

También tiene sus raíces en la India y su objetivo es desarrollar la unión perfecta entre la mente, cuerpo y espíritu a través del control de la respiración y la meditación. Sí se han demostrado ciertos efectos sobre el nivel de los estados de conciencia, el manejo del estrés y las funciones autónomas, pero no hay estudios que demuestren algún efecto terapéutico en enfermedades neurológicas y más específicamente en el caso de las epilepsias. Sin embargo, el alivio del estrés puede ayudar a personas en quienes el estrés es un efecto precipitante de crisis epilépticas.

 

Meditación, relajación, respiración profunda, bioretroalimentación, masajes, aromaterapia

La meditación y los métodos de relajación buscan alcanzar un mejor control de la fisiología de nuestros cuerpos y favorecer la cura a los males que nos aquejan. Algunas prácticas que incluyen meditación han sido analizadas con estudios de electroencefalografía, demostrándose cambios en las ondas Alfa del abrir y cerrar de ojos, diferentes a los observados en la hipnosis. Al disminuir los estados de tensión emocional y física habría un impacto benéfico en la salud general de las personas. La meditación podría influir en la actividad eléctrica de la corteza cerebral pero su efecto en las crisis epilépticas no ha sido probado .

La respiración profunda consiste en inspirar lenta y profundamente a través de la nariz con la boca cerrada contando hasta 10. Después se expira lentamente contando hasta 10 hasta sacar el aire completamente. Para relajar la mente durante este tipo de ejercicio, la persona se concentra en respirar y contar. Este ejercicio puede repetirse de 5 a 10 veces y varias veces al día si se desea.

 

Homeopatía

En 1789, Samuel Hahnemann de Alemania, promulgó el principio de que “lo semejante cura lo semejante”. En otras palabras, describe cómo una gran cantidad de sustancias, metales y plantas pueden causar síntomas semejantes a los presentes en las enfermedades y al usar diluciones extremas muy pequeñas de estas mismas sustancias se eliminarían los síntomas y eventualmente la enfermedad de fondo. Aún no se han identificado los metabolitos activos en este tipo de diluciones, es por ello que sólo teorías especulativas basadas en la física cuántica tratan de explicar el posible efecto fisiológico de estas sustancias. Estudios recientes controlados con placebo y comparados con medicina alopática, no han demostrado un efecto terapéutico significativo de la homeopatía lo que sí se hizo evidente con la medicina convencional.

 

Magnetoterapia

Tanto en el antiguo Egipto como en Grecia, se usaron rocas magnetizadas con contenido de hierro, para tratar enfermos. En Europa en el siglo XVIII, Franz Mesmer publicó curaciones con este método y las investigaciones continuaron en los dos siglos subsiguientes con la medición de campos electromagnéticos y la estimulación cerebral magnética. En el presente se han investigado los posibles efectos de la energía electromagnética pulsátil en el equilibrio de los campos de energía y metabolismo celular de pacientes con enfermedades neurológicas como la epilepsia. Sin embargo, no existen estudios comparativos con grupos grandes de pacientes.

 

Vitaminas y otros suplementos

Muchos suplementos que se venden popularmente incluyen vitaminas, minerales, aminoácidos, enzimas, extractos de animales, aceites y otras sustancias de dudoso valor nutricional y algunas peligrosas. Por ejemplo, los productos que contienen efedrina, pseudoefedrina, fenilpropranolamina, aspartame, sacarina, teofilina y estimulantes cerebrales pueden asociarse a crisis epilépticas, sobre todo en dosis altas y por largos periodos de tiempo. Sin embargo, algunas vitaminas y minerales son importantes como suplemento en personas en tratamiento por crisis epilépticas.

El ácido fólico previene algunos efectos en la sangre (v. gr. anemia) en personas usando fenítoina y carbamacepina. El ácido fólico también es importante en la prevención de defectos del sistema nervioso en bebés de mujeres que toman antiepilépticos, por lo que debe ser utilizado idealmente desde antes de la concepción. Asimismo, la ingesta de calcio y vitamina D puede ser beneficiosa en la prevención de osteoporosis asociada a antiepilépticos tradicionales. La vitamina K puede ser indicada antes del parto a mujeres embarazadas que toman fenítoina para evitar sangrados en el recién nacido. También cabe recordar que existe un tipo muy específico de epilepsia en niños que responde al tratamiento con vitamina B6 (piridoxina), pero este tipo de epilepsia es muy raro y no ocurre en adultos.

A modo de advertencia, las megavitaminas (vitaminas en dosis altas) conllevan el riesgo de intoxicación y efectos adversos. Por ejemplo, aunque la vitamina A es importante para la retina (requiriendo una mínima cantidad mediante la dieta o por suplementos), las dosis excesivas pueden causar elevación de la presión intracraneal con dolores de cabeza severos y problemas visuales por compresión de los nervios ópticos.

 

Dieta

Es común que en algunas comunidades se crea que la alergia o intolerancia a algunas comidas produce crisis epilépticas y entonces se recurre a prohibiciones de alimentos y dietas especiales. Al igual que para la mayoría de la gente una dieta balanceada es lo más recomendable para la salud general de las personas con epilepsia. Sin embargo, existe un tipo de dieta llamada cetogénica que puede ser útil en algunas epilepsias severas de la infancia como el síndrome de Dravet. Esta dieta es rica en grasas y baja en proteínas y su problema principal sigue siendo el cumplimiento a largo plazo.

 

Las personas con epilepsia deben conocer sobre su enfermedad y discutir con su médicos sus inquietudes. Asimismo, los médicos deben dar un tratamiento holístico o integral de la epilepsia, considerando factores personales, nutricionales y hábitos del paciente. Algunas personas con epilepsia refieren sentirse mejor con el uso de algunos tratamientos o prácticas tradicionales que, si no son riesgosas y no comprometen su economía, podrían continuarse con supervisión médica.

En ningún caso deberá el paciente interrumpir los medicamentos antiepilépticos para sustituirlos por tratamientos inefectivos o riesgosos, situación que todavía hoy causa preocupación aun en países desarrollados.