Se conoce como temperamento al carácter o manera de ser de una persona. Y aunque pareciera que este se define hasta la adultez, la realidad es que se manifiesta desde la infancia.

En los niños, el temperamento es un factor importante para adaptarse a su entorno, favoreciendo o complicando su relación con los demás, algo que impacta directamente con su bienestar.

De acuerdo con expertos, en la mayoría de los casos, el temperamento es una cualidad con la que nace cada niño. Esta se modifica durante los primeros años de vida según las experiencias e interacciones que tienen los niños con otras personas, con su entorno y con su salud.

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Cuando un niño llega a la edad escolar (entre 6 y 12 años) su temperamento está bien definido y es evidente para las personas que lo conocen. A partir de esta edad, el carácter no es algo que pueda cambiar mucho en el futuro.

¿Cómo comprender el temperamento de los niños?

Cada niño tiene su propio temperamento. Así como hay niños que tienen un carácter que les permite enfrentar la mayoría de experiencias nuevas de manera positiva, otros niños tienen dificultad de manejar sus experiencias emocionales y de expresarse con facilidad.

Cuando el temperamento y la personalidad de un niño no coincide del todo con la de otros miembros de la familia, esta situación puede constituir un reto para todos.

Para comprender mejor la personalidad de los niños, la Academia Americana de Pediatría indica que existen por lo menos 9 características principales que conforman el temperamento:

1. Nivel de actividad.- El nivel de actividad física, movimiento, agitación o comportamiento inquieto que un niño demuestra en las actividades diarias.

2. Ritmo y regularidad. La presencia o ausencia de un patrón regular para llevar a cabo las funciones físicas básicas, como comer, dormir e ir al baño.

3. Aproximación y alejamiento.- La forma en que un niño responde inicialmente a un nuevo estímulo, ya sea con personas, situaciones, lugares, alimentos, cambios en la rutina u otras transiciones.

4. Adaptabilidad.- Grado de facilidad o dificultad con la que un niño se adapta al cambio o una situación nueva y cuán bien puede modificar su reacción.

5. Intensidad.- Nivel de energía con que un niño responde a una situación, ya sea positiva o negativa.

6. Humor.- Grado de simpatía o antipatía en las palabras y comportamientos de un niño.

7. Margen de atención.- Capacidad para concentrarse o permanecer realizando una tarea, con o sin distracción.

8. Distracción.- Facilidad con la que un niño puede distraerse al estar realizando una tarea a causa de los estímulos del entorno.

9. Umbral sensorial.- Cantidad de estimulación necesaria para que el niño responda. Algunos niños responden al más mínimo estímulo y otros requieren cantidades más intensas.

Es importante que si los padres detectan que el temperamento de su hijo le dificulta tener una relación saludable con los integrantes de la familia u otros niños, se acerquen con el pediatra, para averiguar cuál es la causa.

 

Vía: Academia Americana de Pediatría (AAP)