Las personas que creen las teorías de la conspiración sobre el COVID-19 podrían ser especialmente propensas a rechazar una vacuna cuando se tenga una disponible, así lo sugieren un nuevo estudio publicado en la revista Social Science & Medicine.

Los expertos dijeron que los resultados no son sorprendentes. Pero destacan cómo la desconfianza en las autoridades podría estar mermando los esfuerzos para controlar la pandemia, pues esos mismos creyentes de conspiraciones también mostraron menos probabilidades de usar una máscara facial/cubrebocas en público con regularidad.

El estudio encuestó a 840 adultos estadounidenses en marzo y en julio, y descubrió que muchos creían al menos una teoría de conspiración pandémica: para julio, el 37% creía que el gobierno chino había creado el nuevo coronavirus como un arma biológica.

Mientras tanto, otros sospechaban que la industria farmacéutica diseñó el virus y un tercio creía que las autoridades sanitarias de Estados Unidos estaban exagerando la gravedad del COVID para dañar la reputación del presidente.

En particular, Dan Romer, director de investigación del Centro de Política Pública Annenberg de la Universidad de Pensilvania en Filadelfia, resaltó que tales creencias predijeron acciones.

Las personas que creían en las teorías de la conspiración en marzo mostraron menos probabilidades de usar máscaras faciales en julio que los no creyentes. Y sus intenciones de rechazar cualquier vacuna futura para el COVID-19 se vieron intensificadas.

Según Romer, también parece que la desconfianza se está extendiendo más allá de la multitud habitual de conspiradores teóricos de «hueso colorado».

«Hay un grupo intermedio que se siente atraído por una o dos de estas teorías, pero no son los creyentes acérrimos», señaló Romer.

Por un lado, esto podría verse como una buena noticia. Es difícil convencer a las personas que son teóricos de la conspiración dedicados, mencionó el investigador, pero la evidencia científica «podría influir en las persona que se ubican en esa zona intermedia».

No obstante, para influir en la población, las autoridades sanitarias requieren su confianza. Y esto podría ser una tarea difícil considerando los confusos «mensajes contradictorios» que provienen del gobierno, así como la abundante desinformación difundida a través de las redes sociales y ciertos medios de comunicación, advirtió Romer.

«Desafortunadamente, tenemos un terreno fértil para la desinformación», coincidió Tara Kirk Sell, investigadora principal del Centro Johns Hopkins para la Seguridad de la Salud, en Baltimore, y ajena al estudio.

Conoce más: 5 ideas para ayudar a tu familia a lidiar con aspectos difíciles de la rutina en casa durante la pandemia

Esta tormenta perfecta incluye un nuevo virus que los científicos y los médicos han estado tratando de comprender en tiempo real; recomendaciones de salud pública cambiantes y, a veces, contradictorias; el enredo de la política con la ciencia; calamidades económicas y una ruptura de las conexiones sociales.

«En este momento hay mucho dolor», dijo Sell. Todos esos factores pueden hacer que algunas personas se aferren a «teorías» que parecen explicar lo que está sucediendo, o alinearse con lo que quieren creer y escuchar, agregó.

Y esto podría tener consecuencias reales para controlar la pandemia.

«El estudio muestra que la información falsa no son solo palabras, pues se ha traducido en acciones», lamentó Sell.

Los resultados se basaron en una muestra representativa a nivel nacional de adultos estadounidenses que fueron encuestados dos veces. En ambas ocasiones, se les pidió que calificaran su acuerdo con tres teorías de conspiración comunes.

Las personas que estuvieron totalmente de acuerdo con cualquiera de las tres en marzo fueron menos propensas a decir que se vacunarían contra el COVID. Y ese sentimiento fue aún más fuerte en julio, cuando solo el 22% de estos creyentes de la conspiración dijeron que tenían la intención de vacunarse.

Eso en comparación con el 76% entre las personas que no estaban de acuerdo con ninguna teoría de la conspiración en marzo.

Los creyentes de la conspiración también fueron menos propensos a decir que usaban una máscara facial/cubrebocas los días que salían en público: el 62% lo hacía, frente al 95% de los no creyentes.

En cuanto a lo que separaba a los creyentes de la conspiración de los demás, los puntos medios importaban. Las personas que dependían en gran medida de las redes sociales o de los medios «conservadores» para obtener información fueron más propensas a creer en las teorías de la conspiración, en comparación con las que favorecían a los medios convencionales.

Sumado a lo anterior, existe un problema más amplio en donde no solo los teóricos de la conspiración están preocupados por una futura vacuna contra el COVID, pues las encuestas revelan que muchas personas temen que la política resulte en un proceso de aprobación apresurado.

«Podrías tener la mejor intervención médica posible», refirió Sell. «Pero si no tienes la confianza del pueblo, eso no importa».

 

Vía: Health Day News