Un nuevo estudio señala que cerca del 40 por ciento de niños en edad preescolar que viven con autismo están recibiendo algún tipo de terapia complementaria o alternativa para su condición, entre ellas los suplementos nutricionales y las dietas especiales son los más comunes.
No existen ninguna medicación actualmente aprobada específicamente para tratar los trastornos del espectro autista y sus síntomas característicos como problemas sociales y de comportamiento, según señalan los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos. Los síntomas del autismo también incluyen problemas estomacales, dificultades para dormir, entre otros.
Por ello, en ocasiones los padres y los doctores se apoyan en una muy diversa variedad, de tratamientos, que muchas veces nos han sido demostrados y son no convencionales, para tratar de manejar la gran variedad de problemas que pueden presentarse en estos casos.
Una preocupación para los expertos en el tema es que los padres podrían estar recurriendo a terapias complementarias porque no pueden acceder a los servicios sociales o de conducta recomendados, o porque están tratando de evitar los medicamentos convencionales, entre ellos las vacunas, lo cual puede resultar en mayores peligros para los menores.
Sin embargo, el estudio en cuestión, publicado por la Revista Developmental and Behavioral Pediatrics, encontró que hay otras razones de esta tendencia.
Los niños dentro del estudio estaban entre los 2 y los 5 años de edad. Casi todos los 453 niños que padecían autismo y otros 125 con algún grado de discapacidad del desarrollo estaban recibiendo el tipo de terapia de comportamiento y desarrollo recomendados par manejar su condición, además de otros servicios sociales. Muchos también estaban recibiendo medicamentos convencionales para manejar síntomas como la acidez, estreñimiento o trastornos en el estado de ánimo.
Incluso, los niños que recibían más de 20 horas semanales de terapia tradicional de comportamiento y servicios educativos, también fue más probable que estuvieran recibiendo algún tipo de terapia alternativa.
“Entonces, no se trataba de que no tuviesen acceso a los servicio. De hecho era lo contrario: entre más servicios se tenían, más probable era que se recibiera también tratamiento complementario”, señala el autor del estudio, el Dr. Robin Hansen, jefe del departamento de Pediatría del Desarrollo y Comportamiento de la Universidad de California.
Hansen señala que la severidad de la condición no parece ser un factor en la decisión de tratar con una terapia alternativa. Y también se observó que el nivel de vacunación entre los niños con autismo era igual que entre los niños con desarrollo normal.
Lo que sí parece ser un factor en la decisión es la educación. Los niños con al menos un padre que terminó estudios superiores, presentaron el doble de posibilidades de estar utilizando una terapia complementaria que los hijos de padres con menor nivel escolar.
Los tratamientos complementarios que se presentaron con mayor frecuencia fueron los considerados relativamente seguros. Entre ellos los suplementos alimenticios y las dietas especiales. Casi uno de cada cuatro padres reportaron el uso de productos nutricionales especializados (multivitamínicos y gomitas no fueron contabilizadas). Y a uno de cada cinco niños se reportó que recibían una dieta libre de gluten y caseína, lo cual elimina las proteínas que se encuentran en el trigo y la leche.
Aproximadamente un 9 por ciento de los niños en el estudio estaban utilizando terapias no demostradas, invasivas o potencialmente inseguras. Estas incluyeron el uso de medicamentos antimicóticos para tratar infecciones por hongos, inyecciones de vitamina B-12 y quelación (un tratamiento controversial utilizado para eliminar metales del cuerpo).
“Estos tratamientos complementarios y alternativos ocurren con mayor frecuencia de los que los doctores tradicionales piensan”, señala Eric Hollander, psiquiatra del Colegio de Medicina Albert Einstein y de Centro Médico Monteriore de Nueva York.
El doctor Hollander señala que es importante que los padres informen a los doctores si han decidido probar cualquier tipo de tratamiento complementario. “He atendido pacientes que se han beneficiado de diversos enfoques alternativos, pero también he tenido pacientes que han presentado efectos secundarios también”, explica Hollanader, quien trata a niños con autismo.
“Como médico clínico, me gusta mantener una mente abierta, y estoy interesado en lo que los padres están leyendo o pensando. Quiero que sean capaces de acercarse a ello en una forma sistemática, en la cual realicen una prueba limitada y evalúen si ha habido algún beneficio”, señaló.
El problema que muchas familias enfrentan, consideró, es que intentan demasiadas cosas al mismo tiempo. De esta manera es difícil saber qué está funcionando y qué no. “El secreto es tener una buena relación de trabajo con sus doctores, y así puedan evaluar los riesgos y los beneficios”, puntualizó.