La mayoría de las vacunas son en realidad acelulares. Esto significa que no contienen un organismo patógeno completo. En su lugar, están elaboradas a partir de partes del patógeno, como proteínas o moléculas de azúcar. Nuestros cuerpos reconocen dichas moléculas como extrañas y generan una respuesta inmune.
Conoce más: Vacunas, ¿debilitan o fortalecen el sistema inmune de los niños?
Ejemplos de vacunas acelulares incluyen los siguientes:
- Vacunas toxoides, que contienen toxinas inactivadas de bacterias patógenas.
- Vacunas conjugadas, que se elaboran a partir de una combinación de moléculas de azúcar específicas de patógenos y proteínas toxoides, ya que los azúcares por sí solos no provocan respuestas inmunitarias suficientemente fuertes.
- Vacunas recombinantes, que están elaboradas mediante el uso de bacterias o células de levadura para producir muchas copias de moléculas específicas del patógeno.
Además del ingrediente activo, las vacunas contienen muchas otras cosas. El término técnico para estas es excipientes.
Los excipientes incluyen conservantes y estabilizadores, así como trazas de elementos que se utilizaron para producir la vacuna y adyuvantes (sustancias que aumentan o modulan la respuesta inmunitaria a una vacuna).
Fuente: Medical News Today