· Mito 1: Enfermedades desaparecen con mejores condiciones de higiene y saneamiento, sin necesidad de vacunas. FALSO
Hecho 1: Las enfermedades contra las que podemos vacunarnos volverían a aparecer si se interrumpieran los programas de vacunación. Si bien la mejor higiene, el lavado de las manos y el agua potable contribuyen a proteger a las personas contra enfermedades infecciosas, muchas de ellas pueden propagarse independientemente de la higiene que tengamos. Si las personas no estuvieran vacunadas, algunas enfermedades que se han vuelto poco comunes, tales como la poliomielitis y el sarampión, reaparecerían rápidamente.
· Mito 2: Las vacunas causan algunos efectos nocivos y de largo plazo que aún no se conocen, y pueden ser mortales. FALSO
Hecho 2: Las vacunas son muy seguras. La mayoría de las reacciones adversas son generalmente leves y temporales, por ejemplo, un brazo dolorido o fiebre. Los trastornos de salud graves, que son extremadamente raros, son objeto de seguimiento e investigación minuciosa. Es más probable padecer una enfermedad grave por cualquier otra causa que por una vacuna. Por ejemplo, en el caso de la poliomielitis, la enfermedad puede provocar parálisis; el sarampión puede causar encefalitis (inflamación del cerebro) y ceguera, y algunas enfermedades prevenibles mediante vacunación pueden ser incluso mortales. Aunque un solo caso de trastorno grave o defunción por vacunas ya es demasiado, los beneficios de la vacunación compensan con creces el riesgo, dado que sin las vacunas se producirían muchos trastornos y defunciones.
· Mito 3: La vacuna combinada contra la difteria, el tétanos y la tos ferina, así como la vacuna antipoliomielítica, pueden provocar el síndrome de muerte súbita del lactante (SIDS). FALSO
Hecho 3: No existe una relación causal entre la administración de las vacunas y la muerte súbita del lactante, a pesar de que esas vacunas se administran en un periodo en el que el recién nacido puede sufrir el SIDS. En otras palabras, las defunciones por SIDS son casualmente coincidentes con la vacunación y hubieran ocurrido aunque no se hubiesen administrado las vacunas. Es importante recordar que esas cuatro enfermedades pueden ser mortales, y que el recién nacido no vacunado contra ellas corre graves riesgos de defunción y discapacidad grave.
· Mito 4: Las enfermedades prevenibles mediante vacunación están casi erradicadas en mi país, por lo tanto no hay motivos para que me vacune. FALSO
Hecho 4: Si bien las enfermedades prevenibles mediante vacunación son actualmente poco comunes en muchos países, los agentes infecciosos que las provocan siguen circulando en algunas partes del mundo. En un planeta sumamente interconectado, esos agentes pueden atravesar las fronteras geográficas e infectar a cualquier persona no protegida. Por ejemplo, a partir de 2005, en Europa occidental se produjeron brotes de sarampión en poblaciones no vacunadas de Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, España, Francia, Italia, el Reino Unido y Suiza. Por consiguiente, hay dos motivos fundamentales para vacunarse: protegernos a nosotros mismos y proteger a quienes nos rodean. Los programas eficaces de vacunación, al igual que las sociedades eficaces, dependen de la cooperación de cada persona para asegurar el bien común. No deberíamos depender de las personas que nos rodean para detener la propagación de enfermedades; nosotros mismos también tenemos que hacer nuestra parte.
· Mito 5: Las enfermedades de la infancia son inevitables y no pueden prevenirse con vacunación. FALSO
Hecho 5: Las enfermedades prevenibles mediante vacunación no tienen por qué ser “algo inevitable en la vida”. Enfermedades tales como el sarampión, la parotiditis (paperas) y la rubéola son graves y pueden acarrear importantes complicaciones tanto en niños como en adultos, por ejemplo, neumonía, encefalitis (inflamación cerebral), ceguera, diarrea, infecciones del oído, síndrome de rubéola congénita (si una mujer contrae rubéola al principio del embarazo) y defunción. Todas estas enfermedades y sufrimientos se pueden prevenir mediante las vacunas. Los niños no vacunados contra estas enfermedades quedan innecesariamente vulnerables.
· Mito 6: La administración simultánea de más de una vacuna puede aumentar en los niños el riesgo de efectos indeseados, que a su vez pueden sobrecargar su sistema inmunitario. FALSO
Hecho 6: Las pruebas científicas revelan que la administración simultánea de varias vacunas no conlleva ningún efecto secundario sobre el sistema inmunitario del niño. Los niños están expuestos cotidianamente a cientos de sustancias extrañas que desencadenan una respuesta inmunitaria. El simple hecho de ingerir alimentos introduce nuevos antígenos en el organismo, y numerosas bacterias viven en la boca y la nariz. Un niño está expuesto a muchísimos más antígenos como consecuencia de un resfriado común o una faringitis (infección que causa dolor de garganta) que por las vacunas. Las principales ventajas de la administración simultánea de varias vacunas es que requiere menos consultas ambulatorias, lo que permite ahorrar tiempo y dinero y aumenta las probabilidades de que los niños completen el calendario de vacunación recomendado. Además, la posibilidad de recibir una vacunación combinada, por ejemplo, contra el sarampión, la parotiditis y la rubéola, supone menos inyecciones.
· Mito 7: La influenza es una molestia pasajera y la vacuna no es muy eficaz. FALSO
Hecho 7: La influenza es mucho más que una molestia. Se considera una enfermedad grave que cada año provoca entre 300,000 y 500,000 muertes en todo el mundo. Las embarazadas, los niños pequeños, los ancianos con problemas de salud y cualquiera que padezca un trastorno crónico, por ejemplo, asma o problemas del corazón, corren un alto riesgo de infección grave y muerte. La vacunación de las embarazadas conlleva el beneficio adicional de proteger a sus recién nacidos (actualmente no existe una vacuna para los menores de seis meses). La mayoría de las vacunas para la gripe inmunizan contra las tres cepas de mayor prevalencia circulantes en una estación dada. Es la mejor manera de reducir tus probabilidades de contraer una gripe grave y contagiar a otros. Evitar la influenza significa evitar gastos de atención médica adicionales y pérdida de ingresos por los días de trabajo o escuela perdidos.
· Mito 8: Es mejor la protección por la enfermedad que por las vacunas. FALSO
Hecho 8: Las vacunas interactúan con el sistema inmunitario para producir una respuesta similar a la que produciría la infección natural, pero no causan la enfermedad ni exponen a la persona inmunizada a riesgos de posibles complicaciones. En cambio, el precio de generar protección mediante la infección natural podría ser el retraso mental causado por Haemophilus influenzae tipo b (Hib), defectos congénitos debidos a la rubéola, cáncer de hígado derivado del virus de la hepatitis B, o muerte por sarampión.
· Mito 9: Las vacunas contienen mercurio, que es peligroso. FALSO
Hecho 9: El tiomersal es un compuesto orgánico con mercurio que se añade a algunas vacunas como conservante. Es el conservante más ampliamente utilizado para las vacunas que se suministran en ampolletas de dosis múltiples. No existen pruebas científicas que sugieran que la cantidad de tiomersal utilizada en las vacunas represente un riesgo para la salud.
· Mito 10: Las vacunas causan autismo. FALSO
Hecho 10: Según se pudo determinar, el estudio de 1998 que generó inquietud acerca de un posible vínculo entre la vacuna contra el sarampión, la parotiditis (paperas) y la rubéola, por un lado, y el autismo, por otro, contenía graves irregularidades, por lo que la publicación que lo divulgó lo retiró de su catálogo. Lamentablemente, su divulgación despertó temores que provocaron una disminución en las tasas de inmunización y los subsiguientes brotes de esas enfermedades. No existen pruebas científicas de una relación entre esa vacuna y los trastornos del espectro autista.
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