Realizar actividad física no permite controlar la infección por VIH. Sin embargo, sí puede ayudar a que las personas con VIH se sientan mejor al reducir el estrés. Asimismo, el ejercicio puede ayudar a que su sistema inmunológico funcione mejor.
Por ello, en las personas con VIH, hacer ejercicio:
- Es seguro.
- Mejora la fuerza y la resistencia.
- Mejora la aptitud del corazón y los pulmones.
- Puede ayudarlas a sentirse menos cansadas o fatigadas.
- Mejora su sensación de bienestar.
- Puede ayudar a estabilizar o prevenir la disminución del recuento de células CD4 +.
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Con base en lo anterior y si tienes VIH, empieza a hacer ejercicio mientras estés sano(a) y haz todo lo posible por encontrar nuevas maneras de sentirte motivado(a) para mantener tu programa de ejercicios.
La capacidad de una persona que tiene VIH para mejorar su estado físico mediante el entrenamiento es similar a la de una persona sin VIH. Pero a las personas con dicho virus les puede resultar más difícil continuar con un programa de entrenamiento debido a la fatiga o al desgaste muscular.
La participación en deportes competitivos no representa un riesgo de transmitir el VIH a otros atletas o entrenadores. En los deportes en los que puede producirse una exposición a la sangre, el riesgo de transmitir el VIH es muy pequeño. Pero si una persona (infectada por VIH o no) comienza a sangrar, debe ser sacada del juego y se le deben cubrir las heridas antes de que regrese al encuentro deportivo.