Un denominador común cuando hablamos del VIH / SIDA es la angustia, el miedo al rechazo y la incertidumbre.
La infección está asociada desde su descubrimiento a discriminación, prejuicios, desconocimiento e ignorancia, lo cual hace más difícil para quienes la padecen el enfrentar su situación. En publicaciones periódicas e Internet se pueden encontrar un sin fin de testimonios que hablan de esto, muchos de ellos de manera anónima.
La angustia aparece prácticamente desde que una persona cree que podría haberse contagiado porque ha estado expuesta al virus o debido a prácticas de riesgo. Este es el caso de Nicolás, un joven de 23 años que antes de asistir al médico para realizar una consulta compartió su angustia con los usuarios de un foro en Internet. Él señala que ante la perspectiva de haber estado expuesto a riesgos debido a llevar una “vida sexual bastante descuidada”, ha logrado entender “lo que es quererse y cuidarse”.
Por su parte, de manera anónima, un enfermero -con un año y medio de haber sido diagnosticado- comparte su experiencia y señala que a pesar de haber estudiado el VIH debido a su profesión, saber “cómo se transmitía, qué genera, qué no, qué es verdad sobre el VIH y qué es mito. Aún así la noticia fue como una patada seca en la cara. En el fondo, enfermero, médico, bioquímico o asistente social, todos reaccionamos como seres humanos”.
«La clave está en soltar los miedos… No todas las personas que viven con VIH van a enfermarse y morir». Bradford McIntyre
Hay quienes al vivir esta experiencia señalan que es fundamental ser honesto y enfrentar con una actitud positiva la infección. «Hay más poder en la verdad que en el miedo y el esconderse. La clave está en soltar los miedos… No todas las personas que viven con VIH van a enfermarse y morir”, señala Bradford McIntyre, un hombre gay de Canadá que vive con VIH desde 1984.
Bradford comparte su experiencia a través de su sitio personal de Internet, en el cual señala que es muy importante ayudar y educar a otros para poder crear un cambio de percepción. “Mucha gente en la sociedad actual se han metido en el clóset… estamos retirándonos y escondiéndonos de todo el mundo, incluso de nosotros mismos”, afirma Mcintyre. En este sentido, agrega que la infección “es parte de lo que somos y de lo que está sucediendo en nuestras vidas. Necesitamos sacar esa verdad del clóset, lejos del temor. Hay más poder en que la gente conozca la verdad que en ocultarla”.
Por su parte, Mark S. King, quien vive con VIH desde hace 30 años, comparte su experiencia a través de su blog personal y su canal de Youtube, llamados Mi fabulosa enfermedad (My fabulous disease). Ahí, el activista, escritor y blogger presenta “vistazos de mi vida con VIH y otros retos diversos, contados con la mayor honestidad que puedo y muy frecuentemente con una de las más fuertes medicinas en mi arsenal: el sentido del humor”.
Estos ejemplos muestran la importancia de enfrentar el VIH de una manera abierta y con el apoyo necesario, cumpliendo con la medicación necesaria y con las medidas de seguridad indicadas.
Todo esto se sintetiza en lo que escribió en el sitio www.vihsalud.es, de forma anónima, una persona que perdió a su hermana debido a la enfermedad. El testimonio, que comienza hablando en nombre de su hermana y diciendo “Hola, tengo 12 años de haber fallecido. Mi hermano menor, el más querido, escribe esto por mí ya que yo ya no puedo. Morí en diciembre de 1998, me contagié en 1992, un mal hombre me engañó, fuimos pareja durante un tiempo y nunca me dijo que era seropositivo. El murió en 1993. Mi familia me quería mucho, mis padres y mis hermanos me apoyaban, la pobreza no mermaba la felicidad, mi papá dice que soy la consentida. En 1994 inicié un noviazgo con otro chico, él siempre me ha querido y sabe de mi condición. Mis últimos años fueron felices, llevé una vida de lo más normal, fui muy feliz”.
Al cerrar el testimonio, esta persona señala que al escribir sobre su hermana y recordarla, sintió el deseo de “abrazarla y decirle que la quiero… Cuánto no diese porque ella hubiese tenido la oportunidad de tener medicamentos, o de alguna consejería que le mejore el ánimo. Pero murió y yo me hago preguntas que jamás tendrán respuesta”, finaliza.